Un nuevo estudio realizado con niños de escuela primaria muestra que la clave para lograr mejores calificaciones podría estar en el patio de juegos.
Esta investigación reveló que quienes no eran parte de un programa de ejercicios después de las clases tendían a acumular un tipo específico de grasa corporal que puede tener un impacto perjudicial en la salud cerebral y en los procesos mentales. La prevención y el tratamiento podrían ser tan simples como que jueguen más a las carreritas o a algo que involucre movimiento.
La mayoría de los niños no cumplen con los lineamientos en torno al ejercicio, que recomiendan por lo menos una hora al día para cualquier persona menor de 18 años. La inactividad física puede provocar aumento de peso, especialmente alrededor del abdomen, incluida la grasa visceral, un tipo de tejido que se encuentra en lo profundo del abdomen y se sabe que produce un aumento de la inflamación en todo el cuerpo. También está vinculada a un incremento en el riesgo de padecer diabetes y complicaciones cardiovasculares, incluso en niños, y puede contribuir a la disminución de la función cerebral: los adultos obesos a menudo tienen peores desempeños que las personas de peso normal en las pruebas de habilidades de pensamiento.
Sin embargo, poco se sabe sobre la grasa visceral y la salud cerebral en los niños. Para un estudio de próxima publicación, los investigadores de la Universidad Northeastern en Boston y de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign dieron seguimiento durante nueve meses a cientos de niños en Urbana cuyas edades oscilan entre los 8 y los 10 años y que estaban en un programa de ejercicios después de la escuela. Todos los días, un grupo de niños jugaba de manera activa por alrededor de 70 minutos. Los sujetos de un grupo control continuaron sus vidas normales, con la promesa de que podrían unirse al programa el año siguiente. Todos los niños completaron las pruebas de aptitud física, composición corporal y habilidades cognitivas al inicio y al final del programa. Los investigadores no les pidieron a los niños que cambiaran sus dietas.
Después del estudio, los niños que hicieron ejercicio y eran obesos al inicio del estudio tenían menos grasa visceral en relación con su peso inicial, aunque siguieran teniendo sobrepeso. También mostraron mejoras significativas en sus calificaciones en una prueba computarizada que mide qué tanto prestan atención los niños, cómo procesan información y cómo evitan ser impulsivos. Sobre todo, se observó un efecto similar en los niños cuyo peso era normal al inicio.
De manera general, cuanta más grasa visceral eliminara un niño durante los nueve meses de juego, mejor se desempeñaban en la prueba.
Los niños del grupo de control, en contraste, por lo general habían aumentado su grasa visceral; esto fue particularmente notorio entre los que ya eran obesos. Obtuvieron, en promedio, cuatro veces más grasa visceral que los niños de peso normal en el grupo de control y no se desempeñaron tan bien en la prueba posterior.
Lauren Raine, una investigadora postdoctoral en la Universidad Northeastern que dirigió el estudio con Charles Hillman y otros, dice que la prueba se diseñó para estudiar la aptitud aeróbica y la habilidad que tienen los niños para pensar, no la relación de la grasa abdominal con la inflamación. Sin embargo, es muy probable que una reducción en la inflamación total desempeñe un papel en esa relación, pues se piensa que no es saludable para el cerebro.
De manera más general, dijo Raine, el estudio sugiere que poner a correr a los niños no sólo mejorará sus cuerpos: también podría mejorar sus boletas.
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Fuente: The New York Times en Español
Muy interesante, lo de la grasa viceral, gracias Mariano