Los colores son un reflejo de nuestro mundo interior. Revelan nuestra personalidad y se sincronizan con nuestro estado de ánimo. No es extraño que las personas alegres, entusiastas y extrovertidas sean más proclives a vestir o decorar su espacio personal con colores vivos como el amarillo, el verde o el naranja mientras que quienes son más retraídos y conservadores prefieran colores más neutros como el gris o el blanco. De la misma manera, tendemos a escoger prendas de tonos más vivaces cuando estamos eufóricos y de buen ánimo mientras que si nos sentimos tristes o deprimidos, apostamos por conjuntos más neutros como el gris o el negro, nos explican la psicóloga Aída Rubio, de TherapyChat, y su equipo técnico. ¿Pero por qué ocurre así?
La explicación no está del todo clara. Existen algunas teorías que afirman que se debe a la longitud de ondas que emiten los colores. "Esta podría incluir en los neurotransmisores cerebrales a través de los receptores que tenemos en nuestros ojos y generar una agradable sensación de bienestar o, por el contrario, hacernos sentir incómodos", continúan.
¿Cómo se forja nuestra relación con los colores?
Desde pequeños tenemos una conexión especial con los colores. El dibujo infantil es un fiel reflejo de ello. Los niños eligen de manera inconsciente los colores para sus dibujos, teniendo en cuenta lo que sucede en su mundo interior. Luego, "a medida que crecemos, desarrollamos un vínculo especial con los colores que va más allá de nuestras preferencias, ya que, básicamente, nos vamos identificando con aquellos tonos que nos hacen sentir bien y que transmiten nuestra manera de percibir el mundo", nos comentan.
Lo interesante es que no solo son un reflejo de nuestra personalidad, sino que también tienen el poder de influir en nuestro estado de ánimo y afectar nuestro comportamiento. En el ámbito del marketing y la publicidad se han desarrollado números estudios que avalan cómo los colores vivos como el amarillo, el rojo o el naranja, que se relacionan con el dinamismo y la energía, tienen la capacidad de mejorar nuestro estado de ánimo y animarnos a consumir; mientras que los tonos azules o magenta ayudan a relajarnos y a calmar nuestra mente. De hecho, algunos colores como los tonos rojizos pueden incidir en nuestra percepción del tiempo, haciendo que nos parezca que las horas transcurren más lentamente.
En el ámbito cotidiano, "los colores también pueden afectar nuestras emociones y conducta. Si nos levantamos tristes, elegir colores alegres y vivos para vestirnos, como el amarillo, el naranja o el rosa, mejorarán ligeramente nuestro estado de ánimo", afirman. En cambio, si nos sentimos muy ansiosos o estamos estresados, apostar por el blanco, el azul o el beige puede ayudar a calmar nuestras emociones. Obviamente, la terapia con colores no es un remedio para curar nuestro malestar psicológico, pero puede ayudar a equilibrar nuestras emociones y hacernos sentir mejor.
¿Qué colores nos calman?
¿Quién no se ha quedado alguna vez contemplando la infinidad de un cielo azul o un mar en calma? De hecho, es una escena que se repite con frecuencia en el cine para describir esos momentos de reflexión y paz interior que invaden a sus personajes. Y lo cierto es que a menudo este es un escenario perfecto para calmar nuestras emociones, aliviar el estrés, disipar las preocupaciones y centrarnos en disfrutar plenamente el momento. Entre otras razones, puede deberse a los tintes de azul y blanco que se expanden ante nuestros ojos.
Sin duda, "el azul y el blanco son colores que calman nuestros sentidos y tranquilizan nuestra mente, pero no son los únicos. El beige, el verde y las tonalidades del violeta también nos transmiten una gran paz interior y nos inducen a relajarnos con más facilidad", nos comentan los expertos.
Quizá esté relacionado con su predominancia en la naturaleza, pero lo cierto es que estar expuestos a estos colores en nuestro día a día mejora nuestro bienestar emocional, a la vez que nos ayuda a focalizar mejor la atención, a concentrarnos con más facilidad y pensar con mayor claridad. Por tanto, la próxima vez que necesites una dosis de tranquilidad, no dudes en adentrarte en la naturaleza para tomar un baño de color o elegir un atuendo que te permita llevar estos colores contigo durante toda la jornada.
Así vistes, ¿así eres?
Aída Rubio, de TherapyChat nos explica que nuestra personalidad no solo determina quienes somos, sino que influye en cómo nos comportamos.
Desde nuestra habilidad para desenvolvernos en los diferentes grupos sociales a los que pertenecemos y nuestra manera de comunicarnos, hasta las películas que elegimos o los colores con los que nos vestimos. Nuestra personalidad se refleja a cada paso que damos. Si somos personas abiertas, extrovertidas y alegres, seguramente apostemos por un armario en el que predominan colores vivos como el naranja, el amarillo, el rosa o el verde. En cambio, si somos más introvertidas, cautas y conservadoras, es probable que nuestra paleta de colores para vestir incluya más grises y negros, así como blancos y azules.
Esto es porque los colores que elegimos al vestirnos no solo son un reflejo de la manera en la que percibimos el mundo y todo lo que habita en nuestro interior, sino que también transmite la manera en la que queremos relacionarnos con nuestro entorno. Las personas más extrovertidas eligen colores más vivaces porque no tienen miedo de convertirse en el centro de atención y cautivar miradas a su paso. Sin embargo, quienes apuestan por los colores más neutros, por lo general, tienen la intención de pasar desapercibidos, ya sea porque no se sienten cómodos llamando la atención o sencillamente porque no necesitan las miradas ajenas para sentirse fuertes y confiados.
En cualquier caso, también es importante tener en cuenta la influencia cultural en la elección del color. Existen culturas en las que está bien visto vestir de colores llamativos y vivos, ya que se consideran un símbolo de vitalidad y fuerza interior, mientras que en otras se considera una elección vulgar. Asimismo, existen sociedades en las que elegir tonos apagados y neutros para vestir es señal de responsabilidad, seriedad y profesionalidad mientras que en otras se considera aburrido e inexpresivo.
Fuente: Hola.com