Hace unos días, me comentó una amiga el miedo que sintió al verse como una ignorante, cuando pensó en preguntarles a unos conocidos si le podían indicar cómo llegar a una dirección a la que tenía que acudir; pues de inmediato vino a su mente la reacción de estas personas: ¿Cómo, no tienes un GPS en tu auto? ¿ya checaste los mapas de Google? y fue más su miedo a preguntar, que a perderse o pasar horas buscando la dirección a la que iba.
Sin duda, la tecnología ha venido a resolvernos cosas muy importantes y es, -sino mandatorio-, sí muy necesario que todos los que no nacimos con la tableta bajo el brazo, tratemos de ponernos al día para beneficiarnos de sus bondades.
Sin embargo, creo que sería sano tomarnos un momento y reflexionar hasta dónde debemos llevar esta dependencia o fe ciega en Google, que nos ha llevado a distanciarnos de los doctores, nuestros padres, nuestros amigos, de la gente en quien deberíamos de confiar y acudir cuando así lo necesitamos. Las instrucciones para llegar a un domicilio son lo de menos, pero cuando se trata de temas importantes como tu salud, o decisiones que pueden alterar tu vida significativamente, ¿de verdad Google es la mejor opción?
Al adolescente le da miedo preguntarle a sus papás sobre su sexualidad y consulta Google; a la mamá le da miedo preguntarle al doctor y consulta Google, el niño le teme al maestro y consulta su tarea en Google.
No perdamos la valiosa opinión de un familiar, el consejo de un amigo, o la recomendación de un médico por temor a preguntar.
La comunicación e interacción de persona a persona enriquece las relaciones, nos mantiene conectados a la realidad y fortalece los lazos de amistad entre la familia y los amigos también.
Mariano Osorio
#PiensaPositivo