Érase una ratita muy presumida que se encontró una monedita cuando barría la escalera de su casa.
-Oh, que suerte la mía –exclamó contenta-. Podré comprarme un lacito para el pelo. No mejor me lo pondré en la cola.
La ratita compró el lazo, se lo puso en la cola y comenzó a barrer el portal de su casita, cantando sin cesar. Y pasó por allí el Burrito, que la saludó muy enamorado:
-Qué linda estás, Ratita! ¿Quieres casarte conmigo?
-Ni lo pienses! ¡Faltaría más!
Triste muy triste, se fue el Burrito; y fue el oso el segundo que pasó frente a su portal, y también dijo:
-¿Quieres casarte conmigo, linda Ratita?
-¿Contigo tan grande y tan feo?
¡Jamás!
Tras el oso fue el gallito y otros, pero a todos la presumida ratita les dijo que no.
Pero desde lo alto del tejado, el Gato, que lo había visto todo, se dijo:
-Ahora me toca a mi.
Con su traje más bonito y bien peinadito, apareció ante la Ratita, y con gran cariño y suavemente le preguntó ¿Quieres casarte conmigo?
Y la ratita, ante tal belleza de su eterno enemigo, dijo entusiasmada.
-¡Oh, sí, sí!
Mariano, eres genial, Dios te bendiga ❤