Sale de casa con sus amos; confiado, feliz con la compañía. ¡Con su familia! Y de pronto, lo entregan a extraños, en un lugar para él desconocido. Lo dejan... sí, lo abandonan y desaparecen.
Pegado a la reja, con la mirada fija en la puerta -por donde los amos se fueron- permanece perplejo. Sin embargo, confía y espera. Pegado a la reja.
Pasarán las horas, los días… Y el continuará esperando, aunque sin comer ni tomar agua. ¡No desea vivir más!
No existe medicina para su enfermedad, nada que cure el dolor que causa el abandono y a los pocos días: fallece.
¡Se dejó morir! Nunca comprendió la causa; ¿quizá no quisieron ya más molestias con un “perro viejo” o con un cachorro problema?
Piensa en esto: ¿Acaso tu perro te abandonaría a ti por ser destructor, por ser viejo, por ser joven, por ser problemático, por ser vicioso, por ser pobre?
Tal vez si el dueño que lo abandonó hubiera tenido la sensibilidad para ver la mirada de su viejo amigo y su desamparo, y su dolor, tal vez…tal vez. Pero no fue así.
¡No al abandono! ¡Si al amor, a la compasión y a la protección!
Ellos siempre nos necesitan, en las buenas y en las malas.
Ojalá, éste lo reciba Mariano y me haga el honor de responderme para decirme, a dónde puedo enviarle un libro, que con toda certeza llegue a sus manos…, escrito por mi madre. Nos gustaría mucho obsequiárselo. Mil gracias!. Ara.