Un día pregunto Dios a una mamá –dime hija ¿a cuál de tus hijos quieres más?
Y respondió ella –al ausente hasta que vuelva, al enfermo hasta que sane, al triste hasta que esté de nuevo alegre, al preso hasta que recobre su libertad, al que sufre hasta que se sienta consolado, al malo hasta que otra vez sea bueno, al que le falta todo hasta que no le falte nada, al descarriado hasta que retome el buen camino y al que está solo hasta que encuentre buena compañía.
Conmovido, entonces Dios comentó –no sé por qué dudan algunos que hay un Dios en el cielo, si hay mamás tan buenas como tú en la tierra cerca de todos ellos.
Gracias pues iluminas mis días. Desde mi infarto cerebral tú me has regalado tanto… Ya desde antes te escuchaba. Pero ahora lo hago no solo con mis oídos! Ahora es con mi corazón, la razón y mi memoria… No quiero olvidar a quien nos regala tanto y sin conocernos.