Cuando soñamos, nuestro cerebro entra en un estado similar al que se observa durante los procesos creativos.
Si le dieran 63 elementos químicos que componen la Tierra y todo lo que hay en ella y le pidieran que sugirieras un método de clasificación que tenga en cuenta sus puntos en común y diferencias, su masa y propiedades, ¿cómo lo haría?
Ante este desafío se enfrentó Dmitri Mendeleïev, un químico ruso nacido en 1834. Le dedicó años de trabajo, sin resultado. Pero una tarde de febrero de 1869, exhausto por haber fracasado una vez más en tal empresa, se acostó y tuvo lo que se convertiría en uno de los sueños más famosos de la historia. En esta ensoñación vio aparecer una vasta mesa formada por cajas en las que se disponían con desconcertante facilidad los 63 elementos conocidos en la época (hoy conocemos 94 en la Tierra y más 24 en el resto del Universo). Mendeleïev escribió: «Soñé con una mesa en la que cada elemento tenía un lugar lógico. Cuando me desperté, inmediatamente lo anoté en un papel. Solo necesitaba hacer una corrección.»
Más creativos cuando divagamos
¿Cómo produce el cerebro humano estos destellos de genialidad? En los últimos años, se ha logrado observar qué sucede en las neuronas durante esos momentos clave. La investigación ha revelado que durante un proceso creativo, primero nuestro cerebro produce, de forma libre y casi desenfrenada, ideas originales; a continuación, las clasifica para quedarse con las más interesantes. La fase de generación de ideas se produce gracias a la actividad de un conjunto de áreas cerebrales que forman la denominada «red neuronal por defecto». Esta red es la responsable de la divagación mental, del soñar despierto, que vincula conceptos sin conexión aparente cuando estamos «en otro mundo». En cuanto a la fase de clasificación, se reduce a la parte racional de nuestro cerebro: la corteza prefrontal.
Según ha descubierto y publicado en Nature and Science of Sleep el equipo dirigido por Perrine Ruby, del Centro de Neurociencias Cognitivas de Lyon, las personas más creativas presentan una red neuronal por defecto más activa y sueña más. O, al menos, son capaces de recordar las ensoñaciones nocturnas por la mañana. Esos datos sugieren que la red por defecto ejerce una doble función: por un lado, produce visiones en forma de sueños cuando dormimos; por otro, genera imágenes mentales ricas y variadas durante nuestros vagabundeos mentales cuando estamos despiertos. Se trata, por tanto, de un «doble generador» que explica por qué los grandes creadores son también grandes soñadores, tanto en sentido literal como figurado.
Los autores han constatado asimismo que las personas creativas tienen un sueño más ligero. Experimentan «microdespertares», es decir, momentos muy breves en los que nos despertamos durante la noche, sin siquiera darnos cuenta, pero que permiten una reactivación cerebral suficiente para que las imágenes que se han producido durante el sueño se transfieran a las áreas de la memoria, de manera que se pueden recuperar a la mañana siguiente.
¿Puede ayudar este nuevo conocimiento a aumentar nuestra creatividad? Al parecer, la clave consistiría en lograr que nuestra red neuronal por defecto trabaje más. La condición indispensable para ello consiste en desconectarse periódicamente de los estímulos externos. Y para ello, nada mejor que la inactividad. Por el contrario, el hecho de llevar a cabo una tarea que moviliza nuestra atención (por ejemplo, el trabajo o, simplemente, los mensajes del teléfono inteligente) silencia la red del deambular y soñar. Cada vez que preferimos revisar el correo electrónico, los mensajes de texto, un canal digital de noticias en nuestro móvil o jugar a un videojuego, privamos a nuestro cerebro de la oportunidad de soñar y, tal vez, de crear.
Fuente: InvestigaciónyCiencia