Domingo familiar, comida familiar, y tu tía te pone en un tupper tu guisado favorito. Llegas a casa, lo guardas en el refrigerador y al otro día lo vuelves a calentar y sientes una explosión de sabores en tu lengua y descubres una experiencia gastronómica que no se sentiste cuando comiste el guisado por primera vez.
¿Por qué pasa?
No tiene nada que ver con el recuerdo del plato original, ni con el hecho que no tengamos que cocinar y estemos más relajados para disfrutar de lo que comemos. El secreto está en la estructura de los alimentos, los ingredientes y las reacciones químicas que suceden entre estos elementos durante su cocción, refrigeración y recalentamiento.
Durante el proceso de cocción, los alimentos sufren una serie de reacciones químicas dentro de un ambiente muy complejo, los ingredientes aromáticos son los que más reacciones tienen, produciendo compuestos de sabores y aromas que a su vez, interactúan con las proteínas de las carnes o verduras.
Cuando el guisado se enfría, refrigera y luego se recalienta, algunas de estas reacciones continúan y generan un mejor sabor al día siguiente, ya que se han mezclado y suavizado, dándole al guisado un sabor más completo e uniforme.
#PiensaPositivo
Ya decía yo que había una razón científica, porque hasta la comida que preparo yo sabe más rica al día siguiente o para el fin de semana.