La privación de sueño activaría áreas cerebrales responsables de sentir el dolor, a la vez que inhibiría otras zonas implicadas en el control de su percepción. Por consiguiente, tras una noche en vela, la sensibilidad aumentaría.
La falta de sueño incrementa la sensación de dolor. Así lo concluye una investigación publicada en tiempo reciente por la revista Journal of Neuroscience. Además, el trabajo identifica los circuitos cerebrales responsables del fenómeno, desconocidos hasta la fecha.
Para ello, Matthew P. Walker y su equipo, de la Universidad de California en Berkeley, en colaboración con científicos de otros centros de investigación estadounidenses, reclutaron un grupo paritario de 25 adultos sanos con edades comprendidas entre los 18 y los 30 años.
3 días antes de la sesión experimental, los participantes se abstuvieron de tomar cafeína y alcohol. Además, se acostaron antes de la 1 de la madrugada y se levantaron a las 9 de la mañana, como muy tarde. Es decir, descansaron entre 7 y 9 horas diarias.
En cambio, en el laboratorio, los sujetos pasaron la noche en vela, realizando actividades como navegar por internet, usar el correo electrónico, leer, caminar o entretenerse con juegos de mesa. A primera hora del día siguiente, los voluntarios cuantificaron el nivel de dolor que experimentaban tras recibir dos estímulos térmicos de diferente intensidad. Según los resultados, la privación de sueño aumentó la sensibilidad. Es decir, tras no dormir, en comparación con la evaluación inicial o control, los participantes otorgaron mayor puntuación al mismo estímulo.
Asimismo, mediante imágenes de resonancia magnética, los científicos observaron que la actividad de la corteza somatosensorial primaria, responsable de procesar las sensaciones dolorosas, aumentaba. Por el contrario, la señal del estriado y la corteza insular, áreas cerebrales implicadas en el control de la percepción del dolor, disminuyó.
En el ámbito doméstico, los resultados fueron parecidos, pues otras 60 personas participaron en línea y reportaron sentir mayor dolor en días posteriores a una mala noche de sueño.
Para Walker y sus colaboradores, el hallazgo sugiere que una mejora en la calidad del descanso podría ayudar en el tratamiento del dolor. Ello resultaría clave en entornos hospitalarios, donde, con frecuencia, los enfermos sufren privación de sueño.
Fuente: InvestigaciónyCiencia