Un tratamiento genético podría hacer posible que conservemos la habilidad de recordar cosas sin importar nuestra edad
La pérdida de memoria es un proceso común cuando vamos envejeciendo. Por supuesto existen condiciones severas como la demencia senil y específicamente el Alzheimer, pero en general no es raro tener un declive de nuestras funciones cognitivas con la edad.
Perder la memoria no solamente se trata de dejar de recordar, sino también de tener una capacidad disminuida de aprender cosas nuevas.
Y es que con la edad nuestro cerebro se vuelve “menos flexible”. Es decir que su capacidad de adaptarse, la neuroplasticidad disminuye.
Entonces, ¿qué tal si lográramos conseguir que esa neuroplasticidad se mantuviera sin importar qué edad tenemos?
Cerebro de ratón
Justamente eso fue lo que buscaron hacer un grupo de neurocientíficos de las universidades británicas de Leeds y Cambridge.
Pero para hacerlo usaron ratones como modelos animales para estudiar si era posible revertir la pérdida de memoria.
Aunque nos veamos muy diferentes a los ratones, finalmente somos mamíferos y tenemos organismos que funcionan de manera muy parecida, incluidos nuestros cerebros.
Por ejemplo, también los ratones ancianos van perdiendo sus habilidades cognitivas relacionadas con la memoria.
En esta investigación, publicada en la revista científica especializada Molecular Psychiatry, se mostró que los cambios químicos que suceden en la matriz extracelular del cerebro, están relacionados con la pérdida de memoria.
Cuando pensamos en cerebros, de ratones o de personas, pensamos en neuronas sin duda, pero el cerebro es más que eso.
Rodeando a las neuronas hay un mar de compuestos químicos que por supuesto también influyen en su funcionamiento: la matriz extracelular.
La matriz extracelular contiene más de 300 compuestos diferentes, entre ellos muchas proteínas que se organizan en redes tridimensionales.
Algunas de esas forman algo que se llama redes perineuronales: estructuras de moléculas que rodean a las neuronas.
Ya desde hace algún tiempo, se ha identificado que ciertas proteínas de esas redes tienen que ver con las funciones de la memoria.
Específicamente esas redes que están alrededor de las neuronas regulan esa plasticidad del cerebro.
Al inicio de nuestra vida, cuando somos niños, nuestro cerebro es completamente plástico, pero también poco eficiente porque necesita mucha energía, después se vuelve menos adaptable, pero también es más eficiente.
Esos cambios que sufre el cerebro se deben a los cambios en las concentraciones de ciertos compuestos en la matriz extracelular.
Por ejemplo: si tenemos una mayor concentración de sulfato de condroitina-4 hay una inhibición de la neuroplasticidad, mientras que si tenemos más de otro compuesto similar, pero ligeramente diferente, el sulfato de condroitina-6, nuestro cerebro es más plástico.
Recuerdos que regresan
Resulta que cuando envejecemos tenemos más compuestos inhibidores de la neuroplasticidad en el cerebro.
Entonces, si encontráramos una manera de regular sus concentraciones, es que sería posible restaurar la pérdida de memoria y de otras funciones cognitivas.
Así que los investigadores de Leeds y Cambridge buscaron manipular la concentración de los sulfatos de condroitina en el cerebro de ratones de 20 meses, que es una edad muy avanzada para un ratón.
Para lograrlo usaron un virus manipulado genéticamente no para infectar, sino para lograr que el cerebro de estos ratones ancianos produjera más sulfato de condroitina-6.
Con esos vectores virales, una tecnología similar a la que se usa en ciertas vacunas contra el covid-19, lograron que esos ratones fueran mejores para reconocer ciertos objetos que se les presentaban en forma repetida: comportándose de manera similar a ratones jóvenes.
Si bien ahora solo los ratones podrían alegrarse, esto abre la posibilidad de tratamientos, que puedan ayudarnos a llegar a la vejez con un cerebro que no solo no olvide, sino que siga aprendiendo.
Fuente: .fayerwayer.com