En las últimas décadas, el bienestar emocional de los jóvenes ha experimentado un preocupante retroceso a nivel global. Informes internacionales, como el World Happiness Report y estudios recientes de la Universidad de Harvard, han detectado una tendencia clara: la infelicidad y la desesperanza están alcanzando niveles récord entre las nuevas generaciones. Este fenómeno resulta especialmente paradójico si consideramos que los jóvenes de hoy cuentan, en teoría, con más oportunidades educativas, mayor acceso a la información y más derechos que sus padres y abuelos. Sin embargo, estos avances no se han traducido en una mayor satisfacción vital.
El profesor Arthur C. Brooks, de la Universidad de Harvard, ha analizado en profundidad esta situación. Sus conclusiones, publicadas en mayo de 2025, revelan que los menores de 30 años son actualmente los más propensos a experimentar soledad crónica, ansiedad y falta de propósito. Otros informes, como el de la UNESCO en 2023, ya alertaban sobre el aumento de la desesperanza entre estudiantes de secundaria y universitarios, subrayando la urgencia de abordar esta problemática desde distintos frentes.
En contraste, los datos muestran que la felicidad tiende a aumentar con la edad. Por ejemplo, en España, los Baby Boomers (nacidos entre 1945 y 1965) son el grupo generacional más feliz, con un 71% que así lo declara, frente al 61% de la Generación Z. Esta inversión de la curva de la felicidad, que tradicionalmente era más alta en la juventud, evidencia que algo fundamental ha cambiado en la experiencia vital de los jóvenes actuales.
Factores principales de la infelicidad juvenil
El aumento de la infelicidad entre los jóvenes no es fruto de una sola causa, sino el resultado de una compleja interacción de factores culturales, sociales, tecnológicos y personales. Los estudios recientes, como el análisis del profesor Arthur C. Brooks de la Universidad de Harvard, han identificado varios elementos clave que explican por qué la juventud actual se siente más sola, ansiosa y desmotivada que nunca. A continuación, se desarrollan los principales factores que contribuyen a este fenómeno.
1. Falta de propósito y sentido vital
Uno de los ejes centrales del malestar juvenil es la pérdida de propósito. Tradicionalmente, la juventud se asociaba con la ilusión por el futuro, la búsqueda de metas y la construcción de una identidad propia. Sin embargo, hoy muchos jóvenes sienten que carecen de una razón clara para levantarse cada mañana. Las oportunidades laborales son inciertas, las carreras universitarias no siempre garantizan empleabilidad y el futuro se percibe como amenazante, marcado por crisis económicas, ecológicas y sociales. Esta falta de un horizonte esperanzador diluye la motivación y alimenta la apatía.
El sentido de propósito es fundamental para el bienestar humano. Numerosos estudios en psicología positiva demuestran que tener objetivos vitales claros y sentir que se contribuye a algo más grande que uno mismo protege contra la depresión y la desesperanza. Cuando este propósito desaparece, la vida puede tornarse una sucesión de rutinas vacías, lo que incrementa la sensación de vacío existencial.
2. Soledad y debilitamiento de la comunidad
Aunque vivimos en la era de la hiperconectividad, la soledad se ha convertido en una auténtica epidemia, especialmente entre los jóvenes. Las redes sociales y las plataformas digitales han multiplicado las oportunidades de interacción, pero muchas veces estas relaciones son superficiales y carecen de profundidad emocional. Según Brooks, la calidad de los vínculos es mucho más importante que la cantidad. La ausencia de amistades significativas, el debilitamiento de los lazos familiares y la falta de sentido de pertenencia han erosionado los pilares emocionales de las nuevas generaciones.
La movilidad geográfica, el ritmo de vida acelerado y la virtualización de las relaciones han hecho que sea cada vez más difícil construir comunidades sólidas y duraderas. Un informe de la Organización Mundial de la Salud advierte que la soledad no solo genera tristeza, sino que también incrementa el riesgo de desarrollar trastornos como la depresión y la ansiedad. Cuando los jóvenes sienten que no tienen con quién hablar de manera profunda, su percepción del mundo se vuelve más sombría y su bienestar se resiente.
3. Impacto de las redes sociales y la cultura de la comparación
Las redes sociales, que en teoría deberían facilitar la conexión y el intercambio, han introducido una nueva dinámica de comparación constante y búsqueda de validación externa. Los jóvenes pasan horas expuestos a vidas cuidadosamente editadas, cuerpos idealizados y logros que parecen inalcanzables. Esta exposición continua a modelos irreales de éxito y felicidad distorsiona la percepción de lo que es normal y deseable.
Cuando la vida real no se ajusta a esos estándares, surge la frustración, la ansiedad y una sensación persistente de insuficiencia. La autoestima, especialmente vulnerable durante la adolescencia y la juventud, se ve afectada por la necesidad de obtener “me gusta”, comentarios y seguidores, que se convierten en termómetros emocionales. Esta dependencia de la aprobación externa puede generar una profunda inseguridad y dificultar la construcción de una identidad sólida.
4. Secularización y pérdida de sentido trascendente
Otro factor relevante es la secularización progresiva de la sociedad. La religión y la espiritualidad, que tradicionalmente ofrecían un marco de sentido, comunidad y valores, han perdido peso entre las nuevas generaciones. Este declive puede dejar un vacío existencial difícil de llenar, ya que muchas personas encuentran en la trascendencia una fuente de propósito y pertenencia. La ausencia de estos elementos puede contribuir a la sensación de desconexión y falta de rumbo.
5. Crisis globales recientes
Finalmente, los jóvenes de hoy han crecido en un contexto marcado por crisis globales sucesivas. La pandemia de COVID-19, los fenómenos meteorológicos extremos ligados al cambio climático y la inestabilidad económica han dejado huella en su salud mental. La incertidumbre sobre el futuro, la pérdida de rutinas y la exposición constante a noticias negativas han incrementado los niveles de ansiedad y desesperanza.
En conjunto, estos factores muestran que la infelicidad juvenil es un fenómeno multifacético, alimentado por cambios profundos en la forma en que los jóvenes se relacionan consigo mismos, con los demás y con el mundo que les rodea. Comprender esta complejidad es el primer paso para poder abordarla de manera efectiva.
El impacto de esta creciente infelicidad entre los jóvenes se refleja en múltiples ámbitos de su vida cotidiana y en su salud mental. Uno de los efectos más visibles es el aumento sostenido de trastornos como la ansiedad, la depresión y la desesperanza, tal como advierte la Organización Mundial de la Salud. La soledad crónica, la falta de propósito y la presión social ejercida por las redes han generado una generación más vulnerable emocionalmente, con dificultades para gestionar el estrés y las frustraciones.
En el entorno académico, este malestar se traduce en menor motivación, apatía y bajo rendimiento escolar. Muchos jóvenes
Fuente: Psicología y Mente