Muchas de las bacterias que tienen como hábitat al ser humano son simples comensales, organismos que obtienen beneficio de su hospedador, sin favorecerlo ni perjudicarlo, aunque lo más habitual es que las bacterias tengan algún efecto. Hay algunas que colaboran en la protección y otras que provocan problemas de salud. Incluso, en algunos casos, la misma especie de bacteria puede hacer una cosa u otra según la cantidad que haya. En nuestros intestinos, muchas de las bacterias se encuentran en simbiosis mutualista; obtienen beneficios del ser humano y a cambio le proporcionan beneficios, y una parte importante se centra en la digestión.
Ecología intestinal: el concepto de microbiota
En tono coloquial, se habla de las bacterias que viven en nuestro intestino como ‘flora intestinal’ o ‘flora bacteriana’, pero es incorrecto; el término adecuado es ‘microbiota intestinal’.
Las bacterias intestinales se han adaptado a la vida en las superficies mucosas del epitelio intestinal, o en la luz del intestino. La microbiota incluye bacterias nativas, que se adquieren durante la gestación, o en los primeros años de vida, y se mantienen en el ecosistema intestinal permanentemente, y bacterias en tránsito, que se adquieren a través de los alimentos, bebidas, medicación u otros medios, y se mantienen temporalmente en el intestino.
En el interior del intestino, las relaciones entre las distintas especies de bacterias, así como las que se dan entre las bacterias y el medio —el intestino en sí— son muy complejas. Hay bacterias alimentándose de otras, y unas colaborando con otras, en una red trófica completa, semejante a la de otros ecosistemas.
Entre las funciones de la microbiota intestinal destacan tres: la función que se relaciona con la nutrición y metabolismo, resultado de la actividad bioquímica de la microbiota, que incluye la digestión de ácidos grasos de cadena corta, la producción de ciertas vitaminas y la absorción de calcio y hierro en el colon; la segunda función tienen que ver con la protección, previniendo la invasión de agentes infecciosos o el crecimiento masivo de especies residentes con potencial patógeno; y finalmente, la función trófica sobre la proliferación y diferenciación del epitelio intestinal, y sobre el desarrollo y modulación del sistema inmunitario.
Como todo ecosistema, la microbiota intestinal suele estar en un equilibrio que permite cierta flexibilidad, y presenta bastante resiliencia. Pero determinadas afecciones o agentes externos pueden desestabilizarlo y hacer que se derrumbe. En ocasiones, se puede recuperar el equilibrio mediante la dieta, pero en otros casos son necesarias soluciones más drásticas, que requieren intervención clínica.
Billones de organismos, en un solo organismo
La población bacteriana en el duodeno, el primer tramo del intestino delgado, es muy reducida. Este entorno es muy hostil: recibe de forma directa los ácidos del estómago, y las secreciones biliares y pancreáticas, sustancias letales para la mayoría de microorganismos. La biodiversidad intestinal aumenta en el yeyuno, el tramo intermedio del intestino delgado, por cada gramo de contenido intestinal, se estima que hay unas 10 000 unidades bacterianas. Aumenta varios órdenes de magnitud a medida que se avanza, y en el íleon, el tramo final del intestino delgado, la cantidad de bacterias alcanza los 10 millones por gramo de contenido intestinal.
Esta concentración de bacterias puede parecer muy elevada, pero resulta insignificante si se compara con la que se encuentra en el intestino grueso. Los recuentos de bacterias en esta zona se estiman hasta en 100 000 millones de bacterias por gramo de contenido intestinal. En el colon, el tránsito intestinal es muy lento, y esto proporciona a las bacterias el tiempo para proliferar y fermentar los nutrientes disponibles.
Contabilizando todo el tramo, desde el duodeno hasta el recto, se estima que hay en torno a 100 billones de bacterias vivas.
Las especies más comunes
El intestino es un entorno extraño; sin aire, aunque sí hay gases producto de la fermentación. Por ello, la mayor parte de las bacterias son anaerobias —entre el 99 y el 99,9 %—. Según los análisis bacteriológicos, los géneros de bacteria predominantes son Bacterioides, Eubacterium, Bifidobacterium, Lactobacillus (¿Qué es el kéfir?), Fusobacterium y Clostridium. En el último tramo es común hallar las denominadas bacterias fecales, con géneros como Citrobacter, Faecaelibacterium, Streptococcus o la más famosa de todas, Escherichia coli.
Si bien estas son las bacterias más frecuentes, en el intestino de una persona se pueden contabilizar más de cien géneros de bacterias, y hasta mil especies distintas. Más de la mitad son, hasta el momento, imposibles de cultivar con las técnicas microbiológicas que se conocen, y se sabe de su existencia gracias a las observaciones a microscopio y a la secuenciación genética. Aún queda mucho por saber sobre estos aspectos de la microbiota intestinal.
Fuente: Muy Interesante