El asombro se siente, según los románticos, cuando nuestro mundo interior y subjetivo colisiona con el mundo natural objetivo y nos abruma. En 1757, el filósofo irlandés Edmund Burke revolucionó nuestro entendimiento del asombro con su texto Indagación filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y de lo bello. Burke creía que el asombro era algo que se sentía no solo durante las ceremonias religiosas (como se pensaba antes), sino también en las experiencias cotidianas: la música, los patrones de luz o el retumbar de un trueno.
El asombro no necesita ser inmenso.
“En nuestra investigación, las personas señalan que sienten asombro dos veces a la semana, y no todas vuelan al Gran Cañón”. Dacher Keltner
A pesar de siglos de fascinación filosófica, el asombro solo se ha estudiado debidamente en los últimos 20 años. Ahora es un tema de actualidad.
La experiencia fisiológica del asombro –la piel de gallina, la mandíbula caída, la respiración entrecortada– es maravillosa en sí misma, pero las investigaciones sugieren que la sensación regular de asombro puede tener una serie de beneficios para nuestro bienestar físico y mental, además de aumentar nuestra compasión, generosidad y capacidad de pensamiento crítico. En palabras del profesor de psicología Dacher Keltner, cofundador del Greater Good Science Center de la Universidad de California, Berkeley, el asombro “agudiza nuestro cerebro”.
En 2018, un informe oficial del Greater Good Science Center y la fundación John Templeton Foundation, con sede en Filadelfia, descubrió que las experiencias de asombro están relacionadas con la disminución de los indicadores de inflamación crónica (asociados al cáncer, las enfermedades del corazón, la diabetes, la artritis y las enfermedades intestinales) así como con la disminución de la reflexión asociada a la depresión.
Un estudio de 2021 sostenía que el hecho de experimentar el asombro “despierta la autotrascendencia”, ayudando a las personas a aproximarse a su ser “auténtico”.
El asombro incluso puede ampliar nuestra percepción del tiempo y, como sugiere otro estudio, hacernos sentir menos impacientes.
“Cuando uno escucha ‘asombro’, suele aparecer una imagen en la mente: el Gran Cañón”, señala Keltner. “En nuestra investigación, las personas indican que sienten asombro dos veces a la semana, y no todas viajan al Gran Cañón. La mayoría de las veces, el asombro está relacionado con otras personas. Por ejemplo, no puedo creer cómo esa niña puede escalar o no puedo creer cuán amable fue ese tipo, y a uno se le escapan las lágrimas.
No se trata únicamente de grandes estructuras”. Es cierto: me doy cuenta de que experimento el asombro cuando veo las pequeñas galaxias de pelo en el pecho de mi perro o cuando veo a los gansos aterrizar en un estanque.
En el ámbito psicológico, el hecho de sentirse pequeño se conoce como autodesvalorización.
Se ha demostrado que esto ayuda a la recuperación del trastorno de estrés postraumático. Al alejarnos de nuestros estados autorreferenciales habituales, el asombro puede aumentar el “comportamiento prosocial”, que a grandes rasgos se traduce en ser más generoso y cooperativo. Un estudio de 2018 descubrió que los participantes que indicaron haber experimentado el asombro con mayor frecuencia en su vida diaria eran considerados más humildes por sus amigos.
El mensaje es claro: las dosis regulares de asombro pueden ser vitales para nuestro bienestar y nos convierten en personas más agradables. Sin embargo, estos descubrimientos llegan en un momento en que la sociedad se está volviendo menos propensa al asombro.
La poderosa atracción de las redes sociales y sus algoritmos fija nuestra mirada hacia abajo. Keltner comenta: “Hace poco encuestamos a 320 mil 500 personas de 26 países sobre qué les provoca asombro, y nadie mencionó su teléfono inteligente”. Si el asombro suele estar relacionado con otras personas, nuestra sociedad, cada vez más neoliberal e individualista, está dificultando esa conexión.
Durante la pandemia recurrimos a fuentes de placer más sencillas, pero más profundas, como la jardinería, la cocina, los paseos y la música. Nos recordamos a nosotros mismos la necesidad humana de sentirnos emocionados. “Spotify señaló que los patrones de streaming cambiaron drásticamente en el momento crítico de la pandemia”, añade Keltner. “Las personas querían música emotiva que les hiciera llorar. Estábamos anhelando una profundidad de sentimientos”.
Las enormes desigualdades que la crisis del costo de la vida está sacando a la luz también plantean importantes cuestiones relativas al acceso. La naturaleza está fuertemente asociada al asombro, aunque es posible que las personas que viven en viviendas de alta densidad o que tienen un trabajo de bajos ingresos que requiere mucho tiempo no puedan acceder a los espacios verdes. Para Keltner, este es el motivo por el que debemos “democratizar” la idea del asombro. “Yo solía dar clases en prisiones”, explica. “Esos chicos tienen las vidas más miserables que cualquier persona en todo Estados Unidos, pero cuando hablaba con ellos sobre el asombro, me decían que lo encontraban cuando les daba el sol mientras caminaban al aire libre o cuando estaban inmersos en un deporte.
El asombro se puede hallar en cualquier parte, por cualquier persona, si estamos dispuestos a ello”.
Adéntrate en la naturaleza y observa
La inmensidad de la naturaleza –árboles altos, cuerpos de agua, montañas– está fuertemente vinculada al asombro. Observar el comportamiento de los animales (sobre todo cuando nos produce miedo) también puede provocar asombro. Observar patrones (la corteza de los árboles, las venas de las hojas, una telaraña) te puede hacer sentir asombro incluso si no lo esperas.
… y si no puedes, ve programas sobre la naturaleza
Los estudios han demostrado que los videos pueden estimular el asombro, sobre todo los documentales relacionados con la naturaleza (que también están asociados a la disminución de los niveles de ansiedad). Interrumpe tu consumo habitual de series y ve un episodio de Misión: Planeta Tierra o de Mi maestro el pulpo, de Netflix. (Yo suelo teclear en YouTube “ballenas que saltan” o “murmuraciones de estorninos”).
Busca música nueva
La música puede provocar fuertes respuestas físicas. Sentir “escalofríos” significa que el cuerpo está experimentando el asombro, que con frecuencia se encuentra en la música nueva. Es posible que escuches música clásica u ópera por primera vez. Hace unos años descubrí la interpretación del compositor Max Richter de las Cuatro Estaciones de Vivaldi. Ahora la pongo a todo volumen por motivos de autodesvalorización.
Observa a personas con habilidades únicas
Observa a alguien que hace algo que te parece extraordinario. Si no es posible asistir a eventos en vivo, el internet es tu amigo. Ve recopilaciones de “lo mejor” de goles de futbol, las mejores interpretaciones vocales de Beyoncé, bailarines de ballet, un discurso impactante. Lo que sea que te haga decir “guau” o te erice la piel, permítete sentir más esa sensación.
Muévete con los demás
Varios estudios han demostrado que las personas son más generosas y cooperativas después de moverse al unísono con otros. Esto podría consistir en hacer un ejercicio en grupo o ir a una clase de baile, cantar en un coro, estar en una multitud en un concierto o evento deportivo, o incluso correr o caminar con un amigo.
Intenta comprender un nuevo concepto
Los nuevos conceptos son la clave del asombro. Dedica un tiempo a considerar una nueva gran idea. Puede ser cualquier cosa: la física cuántica, la flora intestinal, la reacción de Maillard (la reacción química que le da a los alimentos que se doran –pan tostado, bistecs, galletas– su sabor característico), cómo se forman las ondas.
Da un paseo de asombro
Un estudio realizado en 2020 demostró que los participantes que dieron un paseo semanal de 15 minutos durante ocho semanas reportaron menos estrés y mayores emociones como la compasión y la gratitud. Da un pequeño paseo por tu vecindario y observa detalles en los que normalmente no te fijarías: plantas que se abren paso entre el cemento o las cercas, las texturas de una banca de madera, los patrones estructurales de los edificios altos.
Pregúntale a los demás qué les hace sentir asombro
El asombro es subjetivo. Pregúntale a tus amigos y familiares qué les hace decir “guau”; quizás te envíen libros, videos o imágenes que te conmoverán. Una psicóloga clínica a la que admiro, la Dra. Anne Cooke, me recomendó un poema de William Martin, Do Not Ask Your Children to Strive (No le pidas a tus hijos que se esfuercen). Los últimos versos me pusieron la piel de gallina: “Muéstrales el infinito placer / en el tacto de una mano. / Y haz que lo ordinario cobre vida para ellos. / Lo extraordinario se encargará de sí mismo”.
Documenta la belleza diaria
Todos los días, durante una semana, saca fotos de algo que te parezca sutilmente bello: los patrones de tus sábanas cuando te levantas, las pestañas de tu perro, las manos de tu hijo mientras dibuja. Al final de la semana, dedica unos minutos a verlas juntos.
Cuando sientas asombro, no lo dejes pasar
Si algo te hace sentir pequeño, con la piel de gallina o con lágrimas en los ojos, quédate con ese sentimiento. Presta atención a las sensaciones físicas. Resiste la tentación de pasar a lo siguiente. Las emociones pueden tener memoria muscular: si practicamos cómo reconocer lo que se siente al deleitarse de verdad con el asombro, podemos disponernos a sentirlo más en nuestra vida cotidiana.Fuente: La lista