Los riesgos directos de fumar tabaco, así como los de ser fumador pasivo, son bien conocidos, pero existe un humo de tercera mano que suele pasar inadvertido y también tiene impactos significativos.
Hoy es el Día Internacional sin Tabaco, también conocido como día sin humo; una jornada propuesta de la Organización Mundial de la Salud en 1987 para concienciar sobre los efectos nocivos del consumo de tabaco y la exposición a su humo. Actualmente, la exposición al tabaco en cualquiera de sus formas es considerada como la primera causa de muerte prevenible en el mundo.
Los efectos nocivos del tabaco son ya un conocimiento de dominio público; que el tabaco mata lo ya sabe todo el mundo, y la mayoría lo ha asumido. El tabaco no solo es perjudicial para quien lo consume de forma activa. Se estima que hasta el 1 % de la mortalidad global está causada por el tabaquismo pasivo. Y ciertas formas de consumo pasivo pasan más desapercibidas.
El humo de primera y de segunda mano
Cuando alguien fuma, mastica, vaporiza o consume tabaco en cualquiera de sus formas, absorbe los productos químicos de la droga de forma directa; es un consumidor activo —o fumador activo, si lo hace fumando—. Sin embargo, el humo del tabaco se mantiene en el ambiente, a disposición de otras personas que puedan llegar a consumirlo de forma indirecta, solo por el acto de respirar, por compartir la misma sala o estar en las proximidades del fumador. Estos son los denominados fumadores pasivos, y consumen lo que se llama humo de segunda mano.
El fumador pasivo consume tabaco como lo hace el activo
Incluso el humo exhalado por un fumador contiene sustancias que irritan los tejidos del sistema respiratorio y los ojos. Los fumadores pasivos están expuestos a la nicotina, alquitrán, formaldehído, arsénico, amoniaco, metano, monóxido de carbono, y otros muchos compuestos químicos peligrosos del tabaco. El fumador pasivo quizá ‘fume’ menos que el activo que tenga al lado, pero es un fumador, con todas las consecuencias que conlleva. Incluyendo el riesgo de padecer enfermedades tabáquicas. La exposición de niños al humo de segunda mano es un factor directamente asociado con afecciones respiratorias graves, asma, problemas relacionados con el oído, y también se incrementa el riesgo de padecer el síndrome de muerte súbita del lactante.
El humo de tercera mano
El riesgo del tabaco no termina al apagar el cigarrillo. Aparte del humo de primera y de segunda mano, cuando se fuma en una estancia, los residuos de nicotina y otros compuestos en suspensión en el aire, terminan precipitando sobre las superficies. Ropa, muebles, paredes o el interior de los coches se convierten en receptáculos de un sinfín de sustancias altamente tóxicas, que lo impregnan todo.
A ese conjunto de sustancias, procedente directo del humo del tabaco —e incluso habiendo sido respirado por fumadores activos y pasivos— se denomina humo de tercera mano. Algunas de esas sustancias apenas permanecen unos segundos, pero otras pueden persistir en las superficies durante meses, acumulándose, adsorbiéndose en los tejidos, formando películas o reteniéndose en las partículas de polvo.
El humo del tabaco deposita sustancias tóxicas en las superficies donde se asienta, como muebles, cortinas o paredes
Se podría pensar que esas sustancias no llegan a absorberse por las personas —o los animales de compañía, sufridores silenciosos habituales del tabaquismo pasivo—.
Sin embargo, algunos estudios han llegado a observar un incremento en los niveles de nicotina en la piel, y de cotinina en la orina, en personas no fumadoras que no permiten fumar en casa, pero que residen en hogares previamente ocupados por fumadores.
De hecho, se han llegado a observar partículas de polvo cargadas de nitrosaminas específicas del tabaco en hogares de no fumadores; partículas que entran al domicilio transportadas por la ropa, objetos o incluso por el viento, desde lugares donde ha habido fumadores.
Pensando en los niños
Si bien los efectos del tabaquismo activo y pasivo están muy bien estudiados, el concepto del humo de tercera mano es relativamente nuevo. Teniendo esto en cuenta, y sabiendo que el riesgo de exposición de los niños al humo ambiental del tabaco está, en general, infravalorado por la población —como indican los estudios de percepción de riesgo—, no es de extrañar que los riesgos del humo de tercera mano estén directamente ignorados. Hasta hace muy pocos años, ni siquiera eran objeto de estudio.
Los niños son las personas más sensibles a los efectos del humo de tabaco de segunda y tercera mano
Un grupo de investigadores de la Universidad de York y la Universitat Rivira i Virgili se propuso analizar los efectos de la exposición al humo de tercera mano, y sus resultados fueron publicados en la prestigiosa revista científica Environment International en 2014. En este estudio, se mostró que existe un riesgo real asociado a la exposición de estos compuestos. Aunque esos riesgos son significativos para todos los grupos de edad, los menores de 6 años son los más vulnerables a la exposición del humo de tercera mano. Las formas principales de contacto son la ingestión o inhalación accidental de polvo, y el contacto con las superficies, ya sea con la piel o con la boca —directamente, o contacto boca-mano—.
Aunque en el estudio advertían que el dato podía estar subestimado debido a las limitaciones de sus análisis, se calculó que el riesgo de cáncer acumulativo de exposición a humo de tercera mano podía llegar a ser un caso de cáncer adicional por cada 1 000 niños expuestos. Parecería poco, si no supiéramos que, según la Organización Mundial de la Salud, hasta un 40 % de los niños son fumadores pasivos —y por ende, también están expuestos al humo de tercera mano—, y en España se estima que es entre el 50 y el 70 %.
Hasta el 77 % de los hogares de fumadores exceden el límite de sustancias específicas del tabaco recomendado por la Agencia de Protección Ambiental estadounidense (USEPA).
«El riesgo de exposición de los no fumadores al tabaco a través de la ingestión involuntaria y la exposición dérmica del humo de tercera mano no debe pasarse por alto, y su impacto debe incluirse en futuros programas educativos y políticas de salud pública relacionadas con el tabaco», concluye el estudio.
Fuente: Muy Interesante