Era glacial global, desaparición del dióxido de carbono, creación de un único supercontinente, el sistema global de circulación de los océanos detenido con lo que el termostato planetario estará apagado... Así será la tierra cuando la vida llegue a su fin
No hay duda de que, en un momento u otro, la vida en nuestro planeta llegará a su final. No será algo que llegue de repente y sin avisar, salvo que choque con la Tierra un meteorito de los que llaman del Juicio Final. Todos los modelos científicos apuntan a un final de los tiempos con temperaturas en aumento, continua desaparición de las diversas formas de vida y evaporación de los océanos. Y llegará el día en que morirá el último superviviente de todos los organismos vivos. Hasta sabemos cómo será: un ser unicelular, muy parecido a las primeras formas de vida que aparecieron sobre el planeta. Pero muchas cosas habrán sucedido antes.
Dentro de unas cuantas decenas de miles de años nos encontraremos ante un planeta blanco, donde la nieve cubrirá desde los polos hasta las Montañas de la Luna en África. El nivel del mar, del que hoy tanto preocupa su ascenso, caerá dejando a la vista nuevas costas, uniendo islas con continentes y convirtiendo los golfos en praderas. Los supervivientes de una civilización ya desaparecida no necesitarán usar el túnel del Canal de la Mancha; podrán llegar a Dover andando... si es que pueden soportar el frío. Los pocos humanos vivos posiblemente se acurrucarán alrededor de fuegos de campamento en las zonas ecuatoriales. Estaremos en la siguiente Edad del Hielo, peor que la soportada por cromagnones y neanderthales.
La era de los combustibles fósiles será un mero recuerdo legendario, como el de cuando el planeta era mucho más cálido. La humanidad, que floreció durante un breve periodo interglaciar, sentirá en su propia piel la verdadera naturaleza del planeta, la misma que se dejó sentir durante los últimos 3 millones de años: el reinado del hielo. Los humanos vivirán en un mundo más frío y, paradójicamente, más seco. Los bosques y las selvas habrán desaparecido convirtiéndose en sabanas, los graneros del mundo serán secarrales y los vientos soplarán con fiereza a 200 kilómetros por hora silbando por las planicies que el hielo habrá ido cubriendo inexorablemente. Poco quedará de lo que un día fuera la presuntuosa civilización que creyó dominar el planeta: ni tan siquiera se mantendrán en pie sus orgullosos rascacielos, demolidos por columnas de hielo de medio kilómetro de altura. La supervivencia será cada vez más complicada; habrá que luchar en demasía para alimentarse. Nuestros descendientes se estarán muriendo de hambre.
Pero la desaparición de la humanidad no implicará la aniquilación de la vida. Millones de años después de que se pierda en la atmósfera el estertor final del último ser humano, la vida seguirá su curso hacia su fin. En un trabajo pionero de 1982, James Lovelock y Mike Whitfield señalaron que un déficit de dióxido de carbono en la atmósfera es desastroso. Teniendo en cuenta que el Sol se va haciendo cada vez más brillante, calcularon que las plantas morirán dentro de 100 millones de años porque los niveles de dióxido de carbono habrán caído por debajo de las 150 partes por millón, casi tres veces menos que la actual. Desde entonces diversos científicos han mejorado el modelo de Lovelock-Whitfield, retrasando a 500 millones de años el último día de la vida en la Tierra.
Por su parte Christopher Scotese, de la Universidad de Texas en Arlington, ha calculado qué dentro de 250 millones de años todas las masas continentales volverán a reunirse en un único supercontinente, Pangea Última. La vida por entonces no será sencilla. En las latitudes tropicales la temperatura será alta, alrededor de los 40º C, mientras que a latitudes intermedias a los calurosos veranos les seguirán inviernos muy fríos, con grandes nevadas y temperaturas de 20 y 30º bajo cero. Los aluviones provocados por el deshielo primaveral serán impresionantes. A pesar de ello, las vastedades del interior estarán secas pues las nubes de lluvia casi no alcanzarán tierra adentro.
Mientras, en el cielo el Sol lucirá con más intensidad. Nuestra estrella se hace un 1% más brillante cada 100 millones de años, provocando un aumento continuo de la temperatura, lo que disminuirá su contenido en dióxido de carbono. Según los científicos James Kasting y Ken Caldeira, en 500 millones de años los niveles de dióxido de carbono habrán caído un 40%, la fotosíntesis se encontrará prácticamente desaparecida y el 95% de las especies vegetales estarán a punto de extinguirse. Sólo cactus y arbustos podrán sobrevivir en esas condiciones. Dentro de 900 millones de años no habrá suficiente dióxido de carbono ni siquiera para ellos. En una atmósfera con el oxígeno a punto de desaparecer para siempre, el planeta estará mudando el color verde por el marrón.
Por su parte, dentro de 500 millones de años los animales que aún existan tendrán que enfrentarse a la falta de nutrientes y al calor. Cuando la temperatura global del planeta supere los 38º empezarán a morir en el ecuador y los animales emigrarán hacia los polos. Por encima de los 40º de media, o han aparecido nuevas especies capaces de soportar semejante calor o la vida animal se enfrentará a la extinción: por encima de los 45º grados las mitocondrias celulares dejan de trabajar. La vida, acorralada cerca de los polos, deberá ser nocturna, escondiéndose del peligroso Sol. A medida que suba la temperatura, la vida animal subsistirá enterrándose. En superficie únicamente podrán encontrarse bacterias. Cuando se alcancen los 50º de media la extinción será prácticamente total en tierra firme. La vida en el mar aún durará algo más.
Dentro de 1 200 millones de años el sol será un 15% más brillante, lo que hará que la temperatura en superficie alcance los 70º C de media y prácticamente todo el dióxido de carbono habrá desaparecido de la atmósfera. El sistema global de circulación de los océanos se habrá detenido con lo que el termostato planetario estará apagado. En el mar no habrá peces; estaremos ante un mar muerto, salvo por las algas verdeazuladas. Fueron las primeras y serán las últimas en la historia de la vida. El color del mar habrá cambiado será marrón debido a la gran cantidad de sedimentos arrastrados por las aguas y las tormentas de polvo.
Las montañas se irán erosionando lentamente debido a los vientos y los pocos riachuelos que aún persistan, medio sepultadas por su propia grava. Imaginarse los deltas del Ebro, del Nilo o del Amazonas recorrido por hilillos de agua es una buena imagen de ese lejano futuro. La radiación ultravioleta de un Sol cada vez más brillante romperá la molécula del agua. La gravedad terrestre no podrá impedir que el hidrógeno se escape al espacio, mientras que el oxígeno será absorbido por las rocas metálicas, sometidas a una presión de cientos de atmósferas. La Tierra se habrá convertido en un planeta oxidado, como Marte en la actualidad. La atmósfera se parecerá más a la de Venus, con nubes de ácido sulfúrico. Quizá la temperatura alcance los 1 000º C, suficiente para convertir la mayoría de la superficie rocosa en ríos o mares de magma. De este modo la Tierra se enfrentará a su irremediable final
Fuente: Muy Interesante