Después de una intensa jornada laboral, pensamos irnos a tomar algo a un bar cercano, el Luna Llena, en el puerto de Basilea. De forma espontánea, mis colegas y yo nos preguntamos si la luna llena influye en la calidad del sueño tanto como muchas personas piensan. Pensamos examinar de nuevo los datos que, en estudios anteriores, habíamos recogido en nuestro laboratorio del sueño.
Dado que el sueño humano se halla sujeto a todas las influencias posibles, los cronobiólogos tratamos de controlar muchas de ellas, lo que implica mantenerlas constantes. Los participantes de nuestros estudios duermen en habitaciones insonorizadas y carentes de ventanas, en las que la temperatura ambiente y la humedad no varían. Todos los participantes deben estar sanos, no fumar y demostrar un buen sueño en la noche de adaptación. La calidad del sueño se determina a partir de las ondas cerebrales.
Además, todos los voluntarios deben mantener diez días antes de visitarnos un ritmo regular de sueño-vigilia, que comprobamos con un rastreador de actividad en la muñeca. De esta forma, aislamos las distintas influencias sobre el sueño y comprobamos sus respectivos efectos.
Analizamos los datos de 33 voluntarios que habían participado en estudios previos en nuestro laboratorio. Ni los propios sujetos ni los supervisores de la prueba y sus colaboradores sabían qué días se comprobó la posible influencia de la luna. Se trata de una condición importante, puesto que la sola mención de la luna llena como «perturbadora del sueño» podría despertar la expectativa correspondiente en unos y otros.
Para nuestra sorpresa, los participantes que, por pura casualidad, pasaron la noche en nuestro laboratorio cuando había luna llena durmieron «objetivamente» peor que aquellos que lo hicieron en fases de luna nueva. Además, quienes durmieron en el laboratorio en una noche de luna llena valoraron su descanso nocturno como peor. Comprobamos, además, que su saliva contenía dosis mínimas de melatonina, hormona del sueño.
El eco que se hicieron los medios de comunicación sobre el estudio nos sorprendió tanto como los propios resultados. Mientras que, al parecer, muchas personas sintieron confirmadas sus sospechas, algunos investigadores del sueño mostraron dudas sobre nuestros hallazgos.
De hecho, otros científicos no pudieron comprobar ningún tipo de sensibilidad a la luna tras la evaluación de los datos recopilados de alrededor de 1.000 sujetos experimentales del laboratorio del sueño. Por el contrario, otros científicos también encontraron efectos en estudios controlados similares a nuestros hallazgos. Ello sugiere que la influencia del ritmo lunar en el sueño es, en el mejor de los casos, débil, por lo que solo sale a la luz cuando se controlan meticulosamente otras influencias ambientales que posiblemente enmascaran el efecto. En general, las influencias cíclicas son difíciles de probar mientras se investiga el sueño de una persona únicamente en un momento dado.
A ello cabe añadir que la creciente contaminación lumínica y los horarios de trabajo irregulares perturban a menudo el ritmo de sueño-vigilia. Por tanto, no sorprende que las potenciales influencias lunares sean difíciles de determinar. Curiosamente, en las sociedades que viven sin electricidad, las personas, en promedio, se muestran más activas en las noches de luna llena.
Un estudio con miembros de grupos étnicos cazadores y recolectores de África encontró que el ritmo de sueño y vigilia se correlaciona bastante con el ciclo lunar, fenómeno que no se detectó en las tribus de vida predominantemente agraria y con acceso a la luz eléctrica.
La luz y la gravedad lunar probablemente no expliquen el fenómeno. De hecho, se ha demostrado que distintas especies animales (entre ellas el tejón europeo y criaturas marinas como cangrejos y gusanos poliquetos) presentan este marcador de ritmo que sigue las fases lunares o las mareas.
Para averiguar si los humanos llevan «incorporado» un reloj lunar interno, además de uno circadiano, habría que monitorizar el sueño de muchas personas durante un largo período de tiempo. Queda por ver si hay suficientes voluntarios con ganas de pasar un par de meses completamente aislados en el laboratorio del sueño.
Fuente: InvestigaciónyCiencia