Si usted es de las personas que se molesta por cualquier cosa y sale de sus casillas de un momento a otro, tenga en cuenta que la posibilidad de padecer un infarto es cinco veces mayor que la de cualquier persona y que estas rabias, además, le triplican la posibilidad de sufrir un derrame cerebral.
Esto no es cuento, sino las conclusiones de un riguroso estudio hecho por la facultad de salud pública de la Universidad de Harvard, que se dio a la tarea de analizar las historias clínicas de miles de pacientes, al punto de decir que entre más rabietas tenga la gente, estos riesgos se acumulan de manera peligrosa.
El artículo publicado en European Heart Journal también enfatiza en que esto es peor en aquellos que tienen males cardiovasculares, son fumadores, tienen familiares que hayan padecido infartos, tienen el colesterol alto y viven estresados.
De acuerdo con Gabriel Robledo, cardiólogo director del Centro Cardiológico de Bogotá, Colombia, a esto hay que ponerle atención, porque aunque la posibilidad de infartarse con un solo ataque de ira es muy baja, aquellos que frecuentemente se salen de quicio van sumando riesgo hasta que potencialmente la situación puede dispararse, al sumarse a otros componentes.
Por su parte, Rodolfo Vega Llamas, cardiólogo y miembro de la Academia Nacional de Medicina, dice que la relación entre rabia y alteraciones coronarias se ha sabido desde siempre; sin embargo, es la primera vez que un estudio cuantifica esta posibilidad al punto de decir que cinco episodios de ira al día se traducirían en cerca de 158 ataques cardiacos adicionales por cada 10,000 habitantes al año en personas con riesgos cardiovasculares bajos.
Ahora, aunque no está claro por qué la ira es particularmente peligrosa para las arterias, sí se sabe que el estrés crónico desatado por los disgustos repetidos contribuyen al desarrollo de enfermedades cardiacas porque, según Robledo, esto hace que se liberen sustancias como las catecolaminas que aumentan la presión arterial y, de paso, el daño en los vasos sanguíneos y una mayor exigencia al corazón.
Por otro lado, en armonía con los investigadores, quienes padecen estrés crónico y rabietas también son proclives a los hábitos poco saludables, como fumar o consumir alcohol o incluso medicamentos psicotrópicos.
Vega Llamas asegura que aunque estos resultados pueden necesitar mayor evidencia para entender el vínculo entre la rabia y los infartos, lo cierto es que sí dan pie para incluir en los tratamientos medidas para bajar el estrés, para calmar a las personas y, esencialmente, para controlar las rabietas en individuos susceptibles.
Y frente a los derrames cerebrales relacionados con la ira, el neurólogo Gustavo Castro coincide con los cardiólogos al afirmar que estos son ocasionados por la elevación de la presión arterial, producida por los efectos de las hormonas vinculadas al estrés que, al actuar de manera permanente, pueden llegar a romper vasos sanguíneos dentro del cráneo, en aquellas personas que tengan algún factor predisponente.
Todos, tanto cardiólogos como los autores del artículo y el neurólogo Castro, coinciden en que es necesario aprender a manejar la ira y el estrés como un elemento de protección cardiocerebral fundamental.
De ahí que la recomendación es simple: si usted es un rabioso incorregible, es hora de que hable con su médico de cabecera y empiece a controlar sus episodios de disgusto.
Si usted es rabioso, tenga en cuenta:
-Preste atención si las personas le dicen que usted permanentemente vive de mal genio.
-Revise si estos disgustos tienen fundamento o son una tendencia propia de su personalidad.
-En caso de padecer más de tres episodios semanales de rabia intensa, consulte con su médico.
-No fume.
-Controle la tensión arterial.
-Manténgase en el peso adecuado.
-Haga ejercicio de manera regular.
-Descanse y duerma por lo menos ocho horas diarias.
-Aléjese del alcohol.
-Si la situación se sale de las manos, consulte a un psiquiatra, a un psicólogo o a ambos.
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Fuente: Primerahora.com