Un nuevo estudio revela que quienes beben menos de litro y medio de líquido al día liberan hasta un 50 % más de cortisol, la principal hormona del estrés.
Beber agua es uno de esos gestos tan cotidianos que rara vez pensamos en sus efectos más allá de calmar la sed. Sin embargo, un equipo de investigadores de la Liverpool John Moores University descubrió que la hidratación tiene un papel directo en la forma en que el cuerpo responde al estrés. Sus resultados, publicados en Journal of Applied Physiology en agosto de 2025, muestran que las personas con bajo consumo diario de líquidos presentan una reacción hormonal mucho más intensa ante situaciones estresantes.
El estudio se centró en el cortisol, conocido como la hormona del estrés. Tener picos ocasionales de esta sustancia es normal, pero niveles excesivos y frecuentes están vinculados a mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes y depresión. Lo que ahora sabemos con mayor claridad es que algo tan simple como beber poca agua puede amplificar esas subidas de cortisol.
Para llegar a esta conclusión, los científicos siguieron a 32 adultos sanos, seleccionados de entre más de 60 voluntarios. Los dividieron en dos grupos: uno con bajo consumo de líquidos (menos de 1,5 litros diarios) y otro con ingestas acordes a las recomendaciones (2 litros para mujeres y 2,5 litros para hombres). Tras una semana controlando sus hábitos, pusieron a prueba su resistencia al estrés con un experimento ya clásico en psicología.
Para provocar una reacción controlada, los investigadores recurrieron al Trier Social Stress Test, un protocolo que simula experiencias cotidianas de presión. Los participantes debían enfrentarse a una entrevista laboral ficticia y resolver problemas matemáticos de cabeza frente a un jurado.
Durante la prueba, ambos grupos mostraron un aumento de la frecuencia cardíaca y de la ansiedad percibida. Sin embargo, las diferencias se hicieron visibles al medir la saliva: solo el grupo con bajo consumo de líquidos liberó un incremento significativo de cortisol. En promedio, su respuesta hormonal fue más de un 50 % superior a la del grupo mejor hidratado.
Curiosamente, los participantes con menor ingesta de agua no declararon sentirse más sedientos, pero sus muestras de orina eran más oscuras y concentradas, una señal clara de que su organismo estaba en un estado de hidratación deficiente. Esto confirma que el cuerpo puede estar deshidratado, aunque no lo percibamos conscientemente.
Para comprender el vínculo entre agua y estrés, los científicos observaron otro actor clave: la vasopresina, una hormona que regula la retención de líquidos en los riñones. Cuando el cuerpo detecta que falta agua, libera vasopresina para conservarla, pero esto no ocurre sin consecuencias.
Además de actuar sobre los riñones, la vasopresina también estimula el hipotálamo, el centro cerebral que regula el estrés. Esa doble función significa que, en condiciones de deshidratación, el organismo no solo trabaja más para conservar agua, sino que también intensifica la liberación de cortisol.
Es decir, la falta de líquidos puede poner en marcha un círculo vicioso donde el cuerpo sufre más estrés del necesario.
Los investigadores señalan que, a largo plazo, esta sobrecarga hormonal podría debilitar órganos y sistemas: desde el corazón y los vasos sanguíneos, hasta el metabolismo y la salud mental. Por eso, insisten en la importancia de atender las recomendaciones oficiales de ingesta de líquidos diarias.
Lo que revelan los números
Los datos del estudio no dejan lugar a dudas. El grupo de bajo consumo, con 1,3 litros diarios en promedio, presentó un aumento de cortisol tras el test de estrés de 6,2 nmol/L. En contraste, el grupo de alto consumo, que bebía 4,4 litros diarios, mostró solo un incremento de 4,0 nmol/L.
Más allá de las cifras, lo relevante es que los investigadores observaron una correlación clara entre el estado de hidratación y la intensidad de la respuesta hormonal.
Además, recomiendan adaptar el consumo de agua a las circunstancias: en días calurosos, durante el ejercicio físico o en momentos de mucho trabajo intelectual, las necesidades de líquidos suelen aumentar.
El mensaje es claro: hidratarse es también una forma de prevención. Beber suficiente agua cada día no solo ayuda a mantener el equilibrio físico, sino que puede tener un impacto duradero en la forma en que el cuerpo y la mente enfrentan el estrés cotidiano.
Agua contra el estrés: lo que podemos aprender
Aunque los investigadores subrayan que harán falta más estudios a largo plazo, los resultados ya ofrecen una lección práctica: mantener una botella de agua cerca podría ser tan importante como dormir bien o alimentarse de forma equilibrada.
El profesor Neil Walsh, fisiólogo de la Universidad John Moores de Liverpool y líder del equipo, lo resume con sencillez: "Estar hidratado puede ayudar a tu cuerpo a manejar el estrés de manera más efectiva".
Esto cobra especial sentido en contextos de alta presión, como una presentación laboral, un examen o un día cargado de responsabilidades.
En un mundo donde el estrés crónico se ha convertido en un enemigo silencioso, esta investigación aporta un recordatorio poderoso: algo tan básico como beber agua puede marcar la diferencia en cómo vivimos el día a día y en la salud de los años futuros.
Fuente: Muy Interesante