Los matrimonios se derrumban por muchas razones, pero una de las más comunes y menos fáciles - pero no imposible de superar- es la infidelidad.
Todos sabemos que la infidelidad no es nada nuevo, y que ha existido, digamos desde que se creó la pareja, el matrimonio o cualquier tipo de compromiso entre dos personas.
Se han escrito volúmenes sobre la infidelidad y la mayoría de ellos llegan a la misma conclusión: la infidelidad no tiene por qué resultar en el divorcio. De hecho, se habla de que las parejas que eligen recuperarse y reconstruirse después de la infidelidad a menudo terminan con una relación más fuerte y de mutua comprensión que la que tenían anteriormente.
Y yo, considero que es un valioso regalo el que estas parejas le dan a su familia, cuando se esfuerzan a pesar del dolor a salvar su relación. Pues muchas veces quienes no lo hacen ni siquiera es por convicción propia sino por “el qué dirán” o la falta de fortaleza para luchar por su familia. Que no es lo mismo que sacrificarse por ella. Porque en este último caso las repercusiones serían aún mayores.
Si bien no todos los matrimonios pueden o deben salvarse, lo importante hoy es reconocer si acaso hemos desarrollado un nivel de individualismo que no nos permite pensar en las consecuencias de nuestros actos y en lo mucho que éstos afectan a quienes debieran importarnos.
Y si es así, creo que es tiempo, por el bien de nuestros hijos y de nuestra sociedad en general que empecemos a comprender lo que significa trabajar en una relación y soportar períodos de adversidad, así como reflexionar profundamente sobre lo que, como individuos, como pareja y familia, se pierde con el divorcio.
Mariano Osorio
#Piensa Positivo
Gracias Mariano me as ayudados mucho