Es una linda mañana, y estás de camino al trabajo, contento aún de haber tenido unas lindas vacaciones, entonando tu canción preferida o escuchándome en la radio, cuando de repente y sin ningún aviso un auto se mete arbitrariamente delante de ti y se estaciona en doble fila bloqueando tu camino. Tu alegría, tus recuerdos, tus deseos de tener un lindo día, se han ido al caño ¡en un instante!
Obviamente estás furioso y una cascada de pensamientos negativos se apoderan de ti, no sólo en relación al incidente sino con respecto a todo. Cuando llegas al trabajo aún “sigues echando chispas”, le comentas a cuanta persona tienes enfrente lo que ha sucedido. Tu mal humor se ha instalado y los pensamientos negativos serán la base de tus acciones. A la hora de la comida, la cual debieras disfrutar para regresar al trabajo con mayor energía, - vuelves a recordar con detalle la osadía de ese cretino, y tu frustración aumenta de nuevo.
Peor aún, al final del día cuando llegas a casa y tu familia te pregunta: ¿cómo estuvo tu día?, lo primero y único que viene a tu mente es este incidente y de nuevo tu enojo se enciende mientras lo relatas por enésima vez.
Lo que debió haberte robado sólo unos minutos de tu trayecto al trabajo, te robó el día entero.
De ninguna manera apruebo a los conductores arbitrarios que con sus acciones prepotentes empeoran el congestionamiento vial de nuestra ciudad. Sin embargo, no creo que sea sano para nadie atraparse en el enojo y arruinar lo que pudo ser un buen día.
Reconozcamos nuestro enojo, pero no dejemos que éste nos domine y decida cómo vivimos nuestro día.
Arrojemos por la ventana la incomodidad y el dolor de la frustración. Si actuamos en lugar de reaccionar, tenemos la oportunidad de aplicar sabiduría a la situación de una manera que nos ayude a sanar el enojo. Atendamos nuestro estado de ánimo y físico, hagamos unas respiraciones, relajemos los hombros y regresemos nuestra mente a ese momento feliz en que nos encontrábamos.
Ya he comentado en varias ocasiones que diversas investigaciones demuestran que albergar enojo o estrés se relaciona con serios problemas de salud. Los resentimientos y la amargura pueden provocar cambios en la frecuencia cardíaca, la respuesta inmune y la presión arterial, lo que a largo plazo puede contribuir a enfermedades cardíacas, la diabetes y la depresión.
Recuerda, no se trata de negar nuestro enojo o frustración sino de darnos cuenta de que podemos enfrentar experiencias desagradables sin permitir que estas se adueñen de nosotros.
Mariano Osorio
#Piensa positivo
Hola Mariano… Lindo mensaje… Haciendo consientes nuestras emociones podemos manejarlas mejor…. Tengamos presente q las personas hacen cosas y cada uno de nosotros decidimos si nos afectan o no… Lindo fin de semana… Bendiciones!!!🤩🤩