Cada día que anochece todos deseamos no haber escuchado de un nuevo asesinato, secuestro o asalto, todos deseamos que hoy hubiera sido diferente, pero ese peso de tristeza, pasajero, persistente, agudo o sordo, que amenaza con abrumarnos o se instala en el fondo de nuestros pensamientos toca nuestra vida entera.
Cada vez es más clara la conciencia del dolor y el sufrimiento de otros seres que nos golpea con toda su fuerza. Nos distraemos, la evitamos, la compartimos con los amigos, pero aun así la pena y la tristeza se quedan con nosotros.
Pero podríamos elegir averiguar si estos sentimientos que tratamos de evitar pudieran en cambio profundizar nuestra compasión, tanto hacia nosotros mismos como hacia los demás. Pues por más que nos empeñemos en evadirlos o pensar en los motivos, estos – desafortunadamente- seguirán sucediendo.
Si nos dejamos atrapar por el miedo, la tristeza o la ansiedad, seremos presas fáciles de la depresión, la falta de interés en nuestro trabajo, la falta de atención y a aprecio a nuestros seres queridos y todo aquello de lo que somos afortunados de tener o vivir.
Esta tristeza nos puede o más bien nos debe recordar lo mucho que valoramos nuestra vida y la de nuestros seres queridos. O qué tan importante es nuestra presencia sana, física y mental para nuestra familia.
Tal vez esta tristeza debe recordarnos lo mucho que necesitamos estar más cerca, y más conectados con nuestra pareja, nuestros hijos y nuestros amigos.
Mariano Osorio
#Piensa Positivo