No es una ironía que una mujer dedicada a la educación de los jóvenes, involucrada en el bienestar de su comunidad y una extraordinaria madre, hoy sea un número más en la lista de quienes han perdido a un hijo en manos del crimen. No, no es una ironía. Lo que esta tragedia nos está gritando a la cara es el elevado nivel de descomposición social en que se encuentra nuestro país. Y que todo el trabajo, dedicación y entrega de esta mujer no fue suficiente para proteger la vida su hijo, porque se necesita más, se necesita de todos. Y quienes elijan ver este dolor como una ironía en la vida de los padres de Juan Raúl, estarán una vez más evadiendo su responsabilidad y su compromiso a decir ¡Ya basta!
No podemos seguir siendo espectadores de la tragedia o cruzarnos de brazos a esperar nuestro turno.
Los padres, los tíos, las hermanas, primos, amigos y quien sea que esté en contacto con jóvenes, ya sea por relación de sangre, amistad o trabajo, si vemos o presentimos que algo anda mal con ellos, no lo ignoremos. Hagamos siempre el intento de hacerles ver el peligro, las consecuencias de sus actos, motivémoslos a reflexionar sobre el valor de su vida. No elijamos quedarnos con el pesar de sentir que tal vez estuvimos a una sola palabra, un abrazo o una pequeña acción para salvarle la vida a un joven desorientado o confundido.
Los padres tenemos que entender que la educación y formación de nuestros adolescentes no empieza hasta que cumplen 15 o 18 años, sino desde el momento en que llegan a nuestra vida, porque nuestros actos y nuestras palabras influyen en su desarrollo. Cuando empiezan a hablar, cuando empiezan a elegir lo que les gusta y lo que no.
Y sí, nuestro principal objetivo debe ser lograr que no se conviertan en unos delincuentes, pero también muy importante es enseñarles a identificarlos y cómo alejarse de ellos.
Siempre es triste hablarles a nuestros pequeños sobre los problemas que el mundo enfrenta, pero al hacerlo, nuestros hijos ganan conocimiento, y sobre todo, pueden desarrollar un carácter sólido que les ayude a hacer frente a situaciones desafortunadas. Ensenémosles desde pequeños a asimilar lo que está pasando en las calles a interpretar la información que les llega a sus manos y a hacer preguntas y verificar las fuentes, todo esto con el fin de que se conviertan en pensadores críticos. Ensenémosles a disfrutar de la vida sin dejar de estar alertas al peligro, aun entre aquellos que aparenten ser sus amigos.
Juan Raúl seguirá vivo en los corazones de quienes tuvieron la fortuna de conocerlo, pero también en el de todos los padres y jóvenes que hoy nos comprometemos a hacer lo que nos toca y tratar de evitar más pérdidas valiosas como la de este joven de tan solo 17 años de edad.
Mariano Osorio
eso es muy sierto