Hace unos días leí un artículo sobre los papás “millennials” o “del nuevo milenio” y su mayor involucramiento en la paternidad. Me da mucho gusto que esté sucediendo un cambio por el bien de las familias, de las mujeres y los propios papás, pues no hay nada más gratificante que estar cerca de tus hijos y todo lo que tenga que ver con su desarrollo.
Me encanta ver a algunos de estos jóvenes presentarse en la junta de maestros de la escuela de mis hijos, al igual que me hace muy feliz cuando alguna de mis jóvenes colaboradoras me comenta que su esposo irá por la hija a la escuela o al doctor.
El artículo menciona que las estadísticas demuestran que algunos jóvenes están incluso dispuestos a hacer su paternidad una prioridad en lugar de su carrera profesional, por lo menos mientras sus hijos son pequeños. No podemos ignorar el hecho de que actualmente de cada 10 matrimonios 8 mujeres salen a trabajar fuera de casa. Por el bien de los hijos y la estabilidad familiar la participación del padre y no de extraños, se vuelve vital.
La razón de esto puede ser en primera instancia por el deseo de estos jóvenes de no repetir en sus hijos lo que vivieron mientras crecieron: Una mamá abrumada con el quehacer del hogar, las tareas, las idas al doctor; además de un trabajo de tiempo completo fuera de casa. Y las consecuencias todos las sabemos: menos comunicación con ambos padres, menos tiempo para la convivencia de calidad, menos tiempo para disfrutar la vida en familia.
Pero debo ser justo con mi generación y reconocer también que cada vez me encuentro con más papás involucrándose en la vida de sus hijos, los veo en los eventos escolares, las citas con los maestros o en los consultorios médicos y de igual manera cercanos a sus hijos.
Algunas investigaciones sobre este tema han demostrado que la convivencia de los hombres con sus hijos puede ocasionar en sus cerebros los mismos cambios que el embarazo y nacimiento de un hijo ocasiona en el cerebro de la mujer. Quizá no sean los mismos cambios, pero definitivamente, sí los mismos instintos de cuidado, protección y de añoranza. Porque entre más convives con ellos más compruebas que a pesar de la “lata”, mucho pueden ensenarños, además de hacernos ¡muy felices!
Mariano Osorio
#Piensa Positivo