Hubo en Madrid un hombre muy rico, pero según sus amigos, era tan tonto como rico. En su casa se amontonaban los muebles más artísticos y los adornos más caros.
Un día tras enseñarle toda su casa a un conocido, este comento: -La casa es realmente magnífica pero le falta una librería.
-¿Cómo? inmediatamente haré venir al mejor carpintero, no quiero que me falte nada de nada.
El carpintero lo hizo rápidamente y construyó una librería hermosa y muy grande.
-Por cierto, necesitará usted 12 mil libros para llenarla.
- ¿12 mil libros? ¡Que barbaridad! Pero perderé la cabeza y además me saldrán muy caros; veré como arreglarlo.
Y no se le ocurrió cosa mejor que llamar a un pintor de letreros y encargar unos libros falsos de cartón. El pintorcete, un pobre diablo, pero muy listo se dispuso a complacer al rico; imito la pasta y pergamino y puso todos los títulos conocidos de autores antiguos y modernos.
El bendito señor repasó tanto sus libros falsos, que llegó a aprenderse muchos de los títulos y de los autores, pero sin conocer los libros realmente.
En adelante, ante sus amistades no solo presumía de ser rico, sino de ser sabio mientras todos los demás reían a sus espaldas.