Una día, la zorra se abalanzó sobre una bandada de patos... eran muchos, muchísimos
¡Os comeré a todos! –dijo la zorra y después rió burlonamente.
No sin antes dejarnos decir una oración a cada uno de nosotros –dijo con calma el pato jefe. Y empezó con un interminable ¡cua! ¡cua! ¡cua!
Antes de que la zorra pudiese volver a hablar, un pato sustituyó al primero con otra serie de ¡cua! ¡cua! ¡cua! después se añadió un tercer pato y después otro y luego otro.
Desesperada la zorra preguntó… - ¿bueno, ya me los puedo comer?
No, cuando hayamos terminado de rezar…
Y para cuando hayan terminado, te describiré la cara que puso la zorra.
El cuento de la zorra y los patos me deja como aprendizaje no anunciar lo que pienso hacer, solo ejecutarlo.