Era Nochebuena y todo el mundo parecía contento: la gente cantaba villancicos en sus casas y los niños hacían muñecos de nieve en las aceras.
Pero… por esas mismas calles también estaba una pequeña huérfana que vendía cajas de fósforos a los pasantes. Aquella noche hacía tanto frío que la pequeña encendió un fósforo y tanto se concentró mirándolo, que la cerilla se convirtió en su imaginación en la lámpara luminosa de un salón donde ella creía estar, frente a una chimenea llameante, en compañía de sus padres y de su abuela. Al apagarse la cerilla se esfumó la imagen, así que volvió a encender otra y se encontró ante un fabuloso abeto que custodiaba montañas de regalos. Pero esta cerilla también se consumió y así una tras otra, la magia de aquella noche pareció no tener fin.
Por la mañana, encontraron a la cerilla muerta, parecía dormida y sonreía con los ojos cerrados. Nadie podía imaginar lo hermosa y dulce que había sido aquella Nochebuena para ella.
Mi hija me pidió k le leyera un cuento y busque en internet y me encontré con esta bella narración. Nos encantó, gracias !!