Hubo un rey que tenía un paje muy fiel, llamado Servando. Acostumbrado a su fidelidad, el monarca no se daba cuenta de los buenos servicios que le hacia el muchacho.
Y una mañana, cuando, encargo del soberano, Servando cruzaba el bosque, descubrió a una serpiente atrapada en un cepo.
-¡Sácame de aquí, por favor! –le rogó la serpiente, que era casi blanca.
El muchacho, compasivo, se apresuró a socorrer el reptil.
Y sucedió que, al día siguiente, la princesa perdió su anillo de oro y sospechó que Servando podía ser el ladrón, pero el joven protestó, diciendo que era inocente.
-¡Calla! –ordenó el rey, convencido por su hija de que el pobre paje era el ladrón-.
Si el anillo no aparece, pasarás el resto de tus días en la cárcel del castillo.
El pobre Servando tenía una hora para devolver el anillo. Empezó a buscar, y estando cerca del estanque oyó decir a uno de los patos decir a otro que se había tragado, sin querer, el anillo de la princesa. Esto lo entendió, porque la serpiente le había otorgado el don de descifrar el lenguaje de los animales. Rápidamente, se apoderó del pato y lo llevo corriendo al cocinero de palacio, que, al cortarle el cuello, recupero el anillo de la princesa.
El rey, arrepentido de culpar a un muchacho honrado, entregó a Servando un caballo y una bolsa con monedas de oro.
#PiensaPositivo
En esta vida de altas y bajas, lo que para alguien es bueno; para otro puede ser mortal.