Érase una viuda con dos hijas, las dos muy hermosas. La mayor tenía la soberbia y la ambición de su madre; la menor, la bondad del padre muerto muy joven.
Como nunca se negaba a las órdenes de su madre y de su hermana, Nora cargaba con todos los trabajos de la casa.
-Ve a lavar… Trae agua… enciénde el fuego…
Éstas y otras órdenes se le dirigían de continuo a la bondadosa Nora.
Un día, que había ido en busca de agua, al cruzar el claro, una ancianita se acordó a la muchacha, y le dijo:
-Hace calor y tengo sed. ¿Quieres dame de beber?
-¡Claro que sí, buena anciana! ¡Beba cuanto desee!
-Eres tan linda como buena –dijo la anciana, tras calmar su sed-. Merecerías que de tu boca, cada vez que hables, salgan perlas.
Sonriendo, la muchacha regreso a su casa.
-Has tardado mucho y estábamos esperando el agua –dijo la madre.
-Encontré a una ancianita tan agradable…se disculpó la muchacha.
¡Oh, maravilla! Mientras hablaba, perlas bellísimas salieron de su boca, y saltaron alegremente por la grises losas de la casa.
Felicitaciones Mariano,gracias por brindar estás enseñanzas a la humanidad. Buen proyecto de Armonía en Comunión Familiar,ojalá continúes haciendo eco en las personas que tenemos la Bendición de escucharte.Gracias Mariano,quedo atento.