Los besos son instrumentos de comunicación, de entendimiento o desentendimiento entre dos personas. No sólo hablamos de besos en los labios de la pareja, sino de besos entre abuelos y nietos, padres e hijos, amigos y hermanos…
Los besos pueden recoger aquello que no podemos expresar con palabras, pueden ser la guinda a una explosión de emociones, el inicio de un momento irrepetible o el final de una historia con fecha de caducidad.
Cada momento tiene su beso y se ha comenzado a investigar sobre ello, pero ¿cómo hacer ciencia? ¿por qué llegamos a la conclusión de que es algo adictivo?
Los estudios sobre el beso y las formas de comunicación en distintos ámbitos (fisiológico, evolutivo, psicológico) han hecho que se reúnan todos los conocimientos e investigaciones en torno a una ciencia llamada filemotología.
Esta extraña palabra que queda lejos del atractivo de “besar”, hace referencia al término Philema (beso) en griego. Esto nos demuestra entre otras cosas que el “beso” es como poco milenario, y que ya en la antigüedad existía como gesto de respeto o adoración.
Parece que las primeras referencias aparecen en textos hindúes 1.000 A.C., aunque es con el paso del tiempo cuando va ganando mayor relación con la sexualidad.
La respuesta a la pregunta de dónde vienen los besos podría remontarse al Hombre de Cromañón, cuando las madres masticaban la comida y se la pasaban a sus hijos recién nacidos contactando con sus bebés en un gesto de alimentación pero que implicaba preocupación, bienestar, cuidado y amor.
Antropólogos y biólogos siguen estudiando su significado y lo que puede relacionarlo con la elección de pareja. La filematología es una disciplina a la que aún le queda recorrido por trazar…
¿Adictos a besar?
¿Por qué hablamos de adicción? Gracias a los estudios diseñados para ello, se conocen los efectos que producen en nosotros más allá de lo que es comunicación y demostración de afecto. Un ejemplo de ello, es que los besos mitigan el dolor dado que se liberan hormonas y elementos químicos en el cerebro relacionados con la sensación de bienestar, la relajación, la tranquilidad y el alivio. De esta forma, el famoso “beso mágico de mamá o de papá” para curar a sus hijos cuando están enfermos, no es solo una forma de hablar, sino que la ciencia ya lo está demostrando.
Los besos activan nuestro sistema nervioso donde se crea una corriente viva que transmite muchísima información a nuestro corazón, músculos, saliva y respiración. Asimismo, más de treinta músculos trabajan en común para realizar esta actividad, por lo que activa la piel y se tonifica.
Científicamente, puede considerarse como algo adictivo, dado que liberan una gran cantidad de neurotransmisores y hormonas como la adrenalina (sensaciones de placer, excitación, sensación de capacidad), oxitocina ( sensaciones de bienestar, placer y confort), endorfinas, testosterona y estrógenos (relacionados con el deseo sexual). De esta forma, nuestro sistema de recompensa buscará de nuevo repetir la experiencia para que se produzca un torrente de bienestar. Al igual que aquellos ‘adictos’ a los deportes de riesgo, los besos pueden conllevar este tipo de adicción debido a la activación del mencionado sistema de recompensa.
Todas estas sustancias son lo suficientemente potentes de forma natural como para atraernos a los besos, besar o ser besados. Los labios están llenos de terminaciones nerviosas y son transmisores y comunicadores de placer y bienestar – según algunos estudios, un beso tiene casi los mismos efectos que 1 gramo de cocaína -.
Cultura y besos
Por último, recientes estudios neurológicos, nos hablan de la estimulación de las neuronas espejo en esta actividad, lo que estaría directamente relacionado con las manifestaciones de empatía. ¿Existen personas a las que no les gusta besar? Sí, existen. Hay personas poco “besuconas”. Puede ser por diversos motivos de educación, temperamento, timidez, escrupulosidad o de malas experiencias. La cultura también adquiere un pero importante. Mientras en algunos países se dan dos besos cuando dos personas se encuentras en otros se dan tres, y en otros solo se dan la mano.
Y en el caso de pareja, será un trabajo en comunión con ella para encontrar los métodos o las fórmulas para transmitir cariño y deseo. Por lo general no suele haber problema en la pareja a la hora del beso, pero si fuera así, nada como una buena comunicación para resolver cualquier tipo de inconveniente. A nivel cultural, lo ideal es adaptarse al refrán popular de “donde fueres, haz lo que vieres”. Seguro que a más de uno le ha ocurrido que ha ido a dar dos besos y la otra persona había estirado previamente la mano.
Fuente: La mente es maravillosa