La creencia de que romper un vidrio te traerá mala suerte se originó mucho antes de que existieran los espejos, resulta que surgió de una combinación de factores religiosos y económicos.
Los primeros espejos estaban hechos de metales como el bronce, el latón, la plata y el oro pulimentados, y eran irrompibles, se usaban por los antiguos egipcios, los hebreos y los griegos.
Para el siglo VI a.C. los griegos habían iniciado la una práctica de adivinación basada en los espejos llamada catoptromancia, en la que se empleaban unos cuencos de cristal o de cerámica llenos de agua muy parecido a la bola de cristal de las gitanas.
El cuenco de cristal lleno de agua, reflejaba la imagen de la persona y se suponía que a través de él se revelaba su futuro.
Los pronósticos eran leídos por un vidente y si uno de estos espejos se caía y se rompía la interpretación inmediata del vidente era que el futuro de persona eran acontecimientos catastróficos.
A mediados del siglo XVII esta superstición estaba extendida por toda Europa y arraigada como una tradición.
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