Si estás cuidando tu figura dejando por completo las grasas, tal vez debas pensarlo dos veces. Tu cerebro está compuesto en un 60% por grasa, por lo que las personas que llevan una dieta baja en ácidos grasos omega 3, son más propensos a sufrir un desgaste acelerado en el cerebro.
Claro que no se trata de comer chicharrones y papas fritas, sino grasas saludables que aporten nutrientes a tu cerebro y que no llenen de grasa innecesaria a tu cuerpo como pescados azules, aguacate, aceite de oliva, nueces, entre otros.
La grasa es clave en la evolución humana
De acuerdo con algunas teorías de la Universidad de California y de la universidad sudafricana de Witwatersrand, la gran presencia de grasa en el cerebro nos diferencia de otros primates. Tanto es así que el cerebro triplicó su tamaño con respecto al de los monos gracias a la ingesta de carne –un elemento clave junto con el descubrimiento del fuego–.
En su página web, Raquel Marín, neurocientífica y profesora de Fisiología en la Universidad de La Laguna (Tenerife), ahonda en la causa de que haya tanta grasa en el cerebro: “Una de las razones es que es aislante de la electricidad y las células fundamentales del cerebro (las neuronas) ‘hablan’ entre sí a través de impulsos electroquímicos. Sin esa grasa, y con las neuronas ‘hablando’ a la vez, nuestro cerebro se podría incluso sobrecalentar”.
Estas teorías hacen pensar que la falta de grasas necesarias para el cerebro pudiera provocar un deterioro paulatino de este. Aquí la importancia de romper la creencia de que todas las grasas son malas, pues las hay aquellas que traen muchos beneficios para tu salud.
Cinco alimentos adecuados para el cerebro
Pescados azules.
Pescados como las sardinas, el salmón, el atún o la trucha aportan una gran cantidad de ácidos omega 3, es decir, de grasas beneficiosas para el cuerpo humano en general y para el cerebro en particular. Tanto es así que incluso se recomiendan en procesos de depresión y estrés.
Aguacate.
Se trata de un fruto que puede resultar básico para la alimentación, dado que aporta nutrientes que ayudan a estabilizar el azúcar en sangre. Además, proporciona energía al cerebro.
Aceite de oliva virgen extra.
Los tipos de aceite de oliva son muchos y de calidades muy diversas. Cuando es virgen extra y está prensado en frío, aporta una mayor cantidad de polifenoles, es decir, antioxidantes que ayudan a prevenir el envejecimiento y el deterioro de las neuronas cerebrales.
Como el aceite de oliva pierde muchas de sus propiedades cuando se le aplican altas temperaturas, es mejor emplearlo en ensaladas o como condimento.
Aceite de coco orgánico (prensado en frío).Al ser rico en grasas saturadas, este aceite no ha gozado de gran popularidad hasta que se ha demostrado que las grasas que realmente afectan a la salud son las grasas trans. Es más, las grasas saturadas que proporciona no son como las de la carne roja o el queso, sino que son triglicéridos de cadena media, los cuales metabolizan mucho mejor (están presentes también en la leche materna). Todo ello convierte al aceite de coco biológico en un alimento clave para mitigar, en la medida de lo posible, enfermedades como el alzheimer o la epilepsia.
Nueces.
Al igual que los pescados azules, las nueces son una excelente fuente de grasas omega 3, con la salvedad de que estas son de origen vegetal (algo menos potente). Eso sí, como principales propiedades se encuentran la estimulación de la función cerebral y su capacidad antioxidante.
Las grasas que debemos evitar
Dado que se han mencionado a lo largo del artículo, cabe señalar que las grasas beneficiosas para el cerebro no deben confundirse con otras que son perjudiciales para el organismo como las grasas trans. Estas han sido señaladas en reiteradas ocasiones por la comunidad científica y médica como uno de los causantes de las elevadas tasas de enfermedades cardíacas.
Las grasas trans se encuentran en alimentos que han sido sometidos a hidrogenación, como es el caso de comidas rápidas, productos de pastelería industrial y otros productos procesados y fritos. Este proceso sirve para que duren más y conserven su sabor, pero suponen un riesgo para la salud… y, claro está, para el cerebro.
Fuente: Agencias