Una investigación internacional, de la que participó Argentina, detectó que ambos factores y los pensamientos suicidas aumentaron en forma lineal según el grado de confinamiento de cada región. Los detalles
Si bien numerosos estudios, y también especialistas en forma individual, advirtieron durante la etapa de mayores restricciones a causa de la pandemia de COVID-19 que esto estaba provocando la aparición o la intensificación de trastornos psicológicos, un amplio estudio internacional demostró que existió un incremento de estos cuadros, que fue mayor o menor, según fueron más o menos intensas las medidas restrictivas, que se produjeron en todo el mundo desde marzo de 2020.
Uno de los participantes del estudio, fue el médico psiquiatra Ricardo Corral, en representación de la Asociación Argentina de Psiquiatras, quien señaló a Infobae que el trabajo “corroboró” algo que los especialistas, por su trabajo cotidiano, ya sospechaban que es “la forma en cómo impactó emocionalmente la pandemia y la cuarentena en las personas”.
La investigación, que fue publicada en la revista Science, analizó, entre otras variables, “el efecto de los diferentes grados de encierro y el género autoidentificado sobre la ansiedad, la depresión y las tendencias suicidas durante la pandemia de COVID-19″ con cifras del “estudio internacional COMET-G”. Este trabajo recopiló en línea datos de 55.589 participantes de 40 países (64,85% mujeres; 34,05% hombres y 1,11% de género no binario).
El trabajo tuvo en cuenta que durante la peor etapa de la pandemia —antes del lanzamiento de las vacunas que moderaron especialmente las internacionales y muertes—, “países del mundo aplicaron varios grados de confinamiento”, recordaron los autores del estudio. Ante esto los investigadores preguntaron a las personas acerca de situaciones que iban “desde la simple ansiedad, hasta la probable depresión y tendencias suicidas a través de la angustia”.
“Pronto se hizo evidente que, aunque probablemente era la más eficaz de todas las medidas para controlar la pandemia, podría tener un efecto adverso en la salud mental de la población a gran escala”, recordaron los autores.
Los indicadores, puntualizó Corral, fueron “la ansiedad, el aumento del desgano, la tristeza, la sensación de decaimiento y, además la alteración del sueño, el insomnio, esto fundamentalmente fue dado por el cambio de las rutinas, cada uno con su actividad, el trabajo, el estudio de los chicos”, que quedó suspendido o restringido.
Como concepto válido para todo el mundo, “los confinamientos desencadenaron sentimientos de soledad, irritabilidad, inquietud y nerviosismo en la población general”, indicó el estudio.
Pero en cuanto a los factores de depresión, ansiedad y suicidialidad, según los resultados de la investigación, se demostró que “el encierro aumenta significativamente la depresión en cada grado de intensidad del encierro para hombres y mujeres, pero no para aquellos con género no binario”. El trabajo “probablemente sea el primero en mostrar específicamente que el grado de confinamiento se relaciona positivamente con un aumento de la ansiedad, los síntomas depresivos y los pensamientos suicidas”.
Y luego, los autores del trabajo publicado en Science destacaron que, “aunque no existen evaluaciones confiables de casos clínicos de depresión, se informa que la sintomatología ansiosa y depresiva aumenta con un 30-50% de sujetos que experimentan elevaciones significativas” de ese malestar.
En cuanto a los pensamientos suicidas, los expertos dijeron que, aunque se detectó un aumento durante el confinamiento, el riesgo se eleva “sólo en presencia de antecedentes graves de trastornos mentales y tendencias suicidas” previas a la situación generada por la pandemia. Si bien es cierto que “los resultados del estudio actual confirman” porcentajes “altos de suicidalidad” también “se encontró que este aumento en la tendencia suicida era el resultado de la interacción del confinamiento con otros factores, incluido el género y la presencia de antecedentes médicos y psiquiátricos”, agregó.
Corral ratificó respecto de los factores evaluados, es decir, ansiedad, depresión y tendencias suicidas, que “aumentaron los tres” y precisó que hubo una gran cantidad de respuestas positivas en torno de las “alteraciones del sueño; ansiedad y preocupación y desánimo”, pero aclaró en cuanto a la depresión que no apareció tanto “como enfermedad sino como sensaciones de tristeza”.
Las restricciones impuestas por las autoridades sanitarias fue una “situación que podemos llamar de catástrofe y las personas reaccionan de manera diferente. Aquellas que tienen menos respuesta por sus características de personalidad y tienen menores capacidades adaptativas tienen más impacto”, interpretó el psiquiatra. “Por eso —agregó— cuando hay situaciones sociales de alto impacto como una guerra o, como en este caso, una pandemia, las personas reciben un extra de lo habitual de la vida cotidiana”.
Según detectó el relevamiento internacional, las mujeres resultaron ser “más susceptibles al desarrollo de depresión y los hombres al desarrollo de ansiedad. Curiosamente, el género no binario no se vio afectado por el encierro, aunque los índices de salud mental de referencia fueron sustancialmente peores en comparación con hombres y mujeres”.
Otro dato significativo es que los “resultados sugieren que la presencia de niños protege del desarrollo de ansiedad, disforia (tristeza, estado de ánimo depresivo, irritabilidad) y tendencias suicidas pero no del desarrollo de depresión clínica mientras que tener una familia aumenta la ansiedad basal, pero protege del aumento de ansiedad, depresión y tendencias suicidas”.
Asimismo, la edad más joven se detectó como “un factor de riesgo para la depresión y las tendencias suicidas, pero la edad avanzada como factor de riesgo para el desarrollo de la ansiedad”.
De esta forma, resumieron, “las mujeres corren un mayor riesgo, al igual que las personas más jóvenes que viven solas y las familias sin hijos” en ver alterada su salud mental.
“El estudio actual es el primero que informa una relación casi lineal entre el grado de bloqueo y el efecto en la salud mental”, dijeron los investigadores, a la vez que proyectaron una recomendación para las autoridades ante posibles situaciones futuras: “Nuestros hallazgos respaldan sugerencias anteriores sobre la necesidad de una intervención dirigida proactiva para proteger la salud mental más específicamente en grupos vulnerables”.
Tanto para hombres como para mujeres, el riesgo de desarrollar depresión clínica aumentó “significativamente con todos y cada uno de los niveles de aumento del grado de bloqueo”. En tanto, “la tasa más baja de depresión probable es para sujetos sin antecedentes de salud mental y sin ningún confinamiento (7,40%) y aumenta al 50,79% para sujetos con antecedentes de salud mental y antecedentes de autolesiones e intentos de suicidio en confinamiento total”.
De acuerdo con el mismo informe, “con el fin de los confinamientos” para un número estimado en “la mitad de aquellas personas que antes no tenían antecedentes de salud mental, la sintomatología ansiosa y depresiva se recuperó rápidamente, pero en una proporción significativa persistió”.
Fuente: Infobae