Cumplir años nos hace mejores. Un estudio realizado en Estados Unidos revela que las personas se sienten más satisfechas consigo mismas y se preocupan más por sus semejantes según avanzan en edad. Aunque siempre hay excepciones, lo cierto es que cuanto mayores somos, más solidarios, amables y empáticos nos volvemos. Ese desbordamiento de humanidad está relacionado, por lo que parece, con la producción de una hormona muy de moda en el mundo de la ciencia y la psiquiatría, la oxitocina. El cerebro humano la produce en mayores cantidades conforme se van soplando velas.
¿Es nuestra actitud con la vida la que nos hace generar una mayor producción de oxitocina o es al revés? ¿La producción de 'la hormona de la felicidad' –como se la ha bautizado– es la que provoca que seamos mejores? Pues eso aún no se sabe. «No sabría decírtelo», comenta la geriatra Naiara Fernández, directora de la red asistencial Igurco. «Lo que sí está demostrado y corrobora nuestra experiencia es que las personas dependientes son mayoría en el colectivoy cada vez más dedican su tiempo libre a participar en organizaciones no gubernamentales, asociaciones de pacientes o colectivos religiosos de acción social. Esa entrega, sin duda, contribuye a que se sientan mejor y sean más felices», rubrica la experta.
El trabajo, publicado en la revista 'Frontiers in Behavioral Neuroscience' ('Fronteras de la Neurociencia del Comportamiento') y revisado por pares, como manda el rigor científico, lleva la firma de Paul Zaj, de la Universidad de Graduados de Claremont, en EEUU, un experto en la materia de renombre internacional. La satisfacción que se siente con la vida propia está, afirma Zaj, muy relacionada con la química de nuestros cerebros.
El estudio demuestra que la liberación de oxitocina aumenta con la edad y eso, deducen los científicos, se debe a que las personas se preocupan más por los aspectos sociales que les rodean a medida que envejecen. «Nuestros hallazgos son coincidentes con la mayoría de religiones y filosofías del mundo, que proclaman que la satisfacción con la vida de uno aumenta al ayudar a los demás», argumenta el investigador principal, experto en lo que ha venido a denominarse neuroeconomía. Se trata de una nueva disciplina que estudia cómo el cerebro toma y procesa decisiones de tipo económico y la manera en que los valores humanos influyen en ello.
La oxitocina es un neuroquímico, una hormona relacionada con el apego, la confianza entre las personas y la generosidad. El equipo de Zak quería comprobar si existía una base neuroquímica en el hecho de que las personas mayores pasen más tiempo y destinen más fondos a organizaciones benéficas que los jóvenes. «Durante la juventud nos dedicamos más al consumismo, la satisfacción personal y el trabajo. Estamos más centrados en el pago de la hipoteca y en sacar adelante los hijos. No somos capaces de ver más allá de nuestras propias necesidades», reflexiona Naiara Fernández.
Fuente: El correo