Más de una decena han perdido la vida en la cima del monte Everest en el transcurso de apenas unas semanas, debido a una cola sin precedentes formada por montañistas que aspiran a conquistar el célebre pico del Himalaya.
Aquellos que quieren alcanzar la cima más alta del mundo (8.848 metros), en la frontera entre Nepal y China, deben adentrarse en la llamada 'zona de la muerte', una región que comienza a los 8.000 metros, donde el cuerpo humano empieza a morir minuto a minuto, célula a célula, debido a la carencia de oxígeno, señalan expertos.
El cuerpo humano es incapaz de funcionar normalmente en esas alturas, cuando está habituado a la vida a nivel del mar, donde la concentración de oxígeno en el aire, de un 21 %, es la más adecuada para el cerebro y los pulmones.
Muestras sanguíneas tomadas a cuatro alpinistas en la 'zona de la muerte' revelaron que estas personas recibían solo un cuarto de la norma de oxígeno obtenida a nivel del mar.
"Es equiparable a las cifras [de oxígeno] de pacientes que se encuentran al borde de la muerte", comentó el médico a Mark Horrell, un 'blogger' especializado en el célebre monte.
Los montañistas deben aclimatarse al déficit de oxígeno, pero corren el riesgo de sufrir un ataque cardíaco en el proceso, ya que, con la caída del nivel de oxígeno en la sangre, el corazón pasa a dar hasta 140 pulsaciones por minuto.
En el transcurso del tiempo, el cuerpo empieza a generar más hemoglobina ―una proteína en los glóbulos rojos que lleva oxígeno desde los pulmones al resto del cuerpo― para compensar el déficit de oxígeno.
Pero demasiada hemoglobina puede espesar la sangre, dificultando el bombeo de la misma por el corazón. Esto podría culminar en una hemorragia cerebral o en la acumulación de líquido en los pulmones.
Una revisión rápida con un estetoscopio puede revelar un sonido de chasquido a medida que el líquido que se filtra dentro de los pulmones, una condición llamada edema pulmonar de gran altitud (EPGA). Los síntomas incluyen fatiga, una sensación de asfixia por la noche, debilidad y una tos persistente que produce un líquido blanco, acuoso o espumoso. A veces la tos es tan severa que rompe o separa las costillas.
En la 'zona de la muerte' si el cerebro no recibe bastante oxígeno puede hincharse, lo que se conoce como edema cerebral de gran altitud (ECGA). Este va acompañado de náuseas, vómitos, y dificultad de pensar y razonar.
"Los humanos empiezan a deteriorarse. Dormir se vuelve un problema. Se registra una pérdida de masa muscular, una pérdida de peso", comentó el doctor Peter Hackett a PBS.
A esto se suma la pérdida del apetito, como consecuencia del EPGA y el ECGA.
Asimismo, la constante luminosidad de la nieve puede causar ceguera temporal o romper capilares en los ojos.
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Fuente: Agencias