Un simple sentimiento de miedo y una especie animal puede estar mucho más cerca de extinguirse, de desaparecer de un plumazo. Y con algo tan natural como la sensación de miedo. Más bien, el olor a aquello que temes. Un grupo de científicos del Departamento de Ciencias Naturales de la Universidad de McGill ya lo estudió en 2017 y llegó a interesantes conclusiones.
Los depredadores juegan un papel importante en la extinción de una especie animal, por ello, quisieron saber hasta qué punto podía afectar el olor de su simple presencia en una comunidad animal. Según el líder del estudio, Kyle Elliott, “cuando disminuyen las poblaciones de un tipo de presa, los depredadores simplemente cambiarían su objetivo. Pero al contrario, su simple esencia puede seguir provocando una disminución demográfica sobre aquellos animales que la perciben como una amenaza”.
Con este estudio, Elliott pretende focalizar los resultados obtenidos en la teoría conocida como el “Efecto Allee”, el cual se produce cuando, a partir de cierto umbral, el tamaño poblacional es tan reducido que la tasa de supervivencia o reproductiva desciende debido a que los individuos no se reproducen con miembros de su especie.
Conclusiones del estudio
Habitualmente existe lo que se llama “dependencia de densidad”, lo que implica que cuando una población aumenta, también lo hace la competición por la comida y entre los integrantes de la especie, dejando a un lado el instinto de la supervivencia y el éxito en la reproducción. Lo normal sería pensar que pasa lo mismo en el otro sentido, que en poblaciones más pequeñas se observarían unos niveles más altos de crecimiento, pero paradójicamente ocurre lo contrario y tienen los niveles más bajos. ¿Por qué? ¿Falta de varones en la especie? ¿Problemas de reproducción?
Descubrieron que si la población animal se pasa más tiempo vigilando que preocupados por alimentarse o reproducirse, el riesgo aumenta. Lo comprobaron con un grupo de moscas de la fruta el cual fue expuesto al aroma de una mantis religiosa en la época habitual de reproducción y en otra en la que no lo hacían. Al medir los niveles de fecundación, vieron que simplemente la esencia de su depredador exponía su riesgo a la extinción en 7 veces.
Olieron el miedo y su preocupación aumentó. Se mostraban vigilantes y no prestaron tanta atención en la búsqueda de comida o el interés por procrear.
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Fuente: ScienceDaily