Llega la primavera y aumentan las horas de luz, las aves inician sus rituales de cortejo, las semillas brotan, las flores se abren e inician su ciclo reproductivo, los árboles caducifolios sacan sus hojas… en definitiva, el fin del letargo hibernal da paso a una mayor actividad. Y nuestro cuerpo lo nota. Todos los cambios que se producen a nuestro alrededor afectan al funcionamiento de nuestro organismo, alterando, a su vez, nuestras relaciones personales y estado anímico.
La melatonina es una hormona producida, principalmente, en la glándula pineal. Estabiliza nuestro ritmo circadiano, es decir, nuestro reloj interno. El reloj biológico humano regula las funciones fisiológicas del organismo para que sigan un ciclo regular que se repite cada 24 horas. Se rige por los ciclos diarios de luz/oscuridad y es el responsable de que estemos activos durante el día y apagados durante la noche.
El cerebro asocia la luz con una mayor actividad fisiológica mientras que, en la oscuridad, se inhiben estas funciones. Ello se debe a que la producción de melatonina por parte de la glándula pineal es inhibida por la luz y estimulada por la oscuridad. Por esta razón la melatonina es llamada “la hormona de la oscuridad”. No es de extrañar pues, que con la llegada de la primavera disminuya la producción de melatonina, viéndose afectado nuestro reloj interno (ciclo diario del sueño). La melatonina actúa, además, sobre el sistema inmune y ejerce cierta influencia sobre capacidad de concentración.
Esto explica por qué la primavera puede producirnos insomnio, cansancio y falta de concentración. De hecho, muchos estudios clínicos indican que los suplementos de melatonina son un tratamiento efectivo contra el insomnio, la hiperactividad y un tipo de depresión, el Desorden Afectivo Estacional (SAD).
La melatonina también mantiene constantes los niveles hormonales, evitando que estos aumenten o disminuyan peligrosamente. Estudios recientes han concluido que la administración de melatonina en mujeres premenopáusicas produce una mejora significativa en el funcionamiento tiroidal y los niveles de gonadotropinas, así como una restauración de la fertilidad y la menstruación.
La melatonina regula, además, la secreción de otras hormonas cruciales para nuestro bienestar, como la oxitocina, dopamina y noradrenalina. De esta forma, una disminución en la producción de melatonina se traduce en un aumento de la secreción de dichas hormonas.
La oxitocina, también llamada la hormona del amor, está implicada en los vínculos afectivos, la dopamina en nuestro sistema de recompensa y bienestar y la noradrenalina en el estado de alerta e inquietud. También se produce un aumento de serotonina, un importante neurotransmisor que modula nuestro estado anímico.
Por supuesto, la melatonina también contribuye al control hormonal reproductivo, de modo que con la primavera se dispara la secreción de hormonas sexuales.
Con este panorama hormonal no es de extrañar que la primavera nos altere. Así pues, la estación de las flores le dice a nuestros cuerpos: es hora de despertar, ponerse las pilas y reproducirse.
No todos reaccionamos de la misma forma ante semejante cóctel de hormonas. En efecto, la primavera también puede perjudicarnos. Psicólogos y sociólogos coinciden en señalar que, en los primeros momentos de la primavera y, más aún en pleno proceso del cambio de estación, suele aparecer también la denominada como “astenia primaveral“, un estado de agotamiento constante atribuido a la alteración del ritmo circadiano. Esta condición está caracterizada por un aumento de la ansiedad, disminución del apetito, fatiga muscular, insomnio o exceso de sueño, pérdida de la libido, tristeza, cefalea, apatía y/o euforia e incluso depresión. Podría resumirse como una fatiga psicofísica que no mejora significativamente con el descanso.
A todo esto hay que añadir el cambio de hora y una mayor incidencia de alergias, que hacen la vida imposible a quienes las padecen.
En efecto la primavera la sangre altera, pero a cada uno de un modo diferente.
#PiensaPositivo
Fuente: Agencias