Hay varios factores que pueden favorecer que los adultos sean más vulnerables a sufrir complicaciones. Eso sí, las condiciones de salud general y la predisposición genética hacen que la inmunidad sea muy variable en cada persona.
Desde las primeras semanas que los científicos empezaron a estudiar el impacto del nuevo coronavirus SARS-CoV-2 en la salud humana, una de las primeras observaciones que se realizó fue que la letalidad de la COVID-19, enfermedad respiratoria que provoca el coronavirus, aumentaba progresivamente con la edad.
La información que proporciona el NYC Health + Hospitals, una institución de salud de la ciudad de Nueva York, sobre la distribución de los casos de muerte por edad apuntan a dicha progresividad, acentuada si el paciente en cuestión padece alguna enfermedad adyacente, las conocidas como comorbilidades.
Worldometers
En el gráfico superior elaborado por Wodlrometers, con datos actualizados a fecha del 13 de mayo, se observa cómo según aumenta la edad, también lo hace la tasa de letalidad del virus, siendo mucho mayor el riesgo de muerte en casos de enfermedades adyacentes, entre las que se incluyen diabetes, enfermedad pulmonar, cáncer, inmunodeficiencia, enfermedad cardíaca, hipertensión, asma, riñón, enfermedad hepática y obesidad.
Por tanto, las personas de mayor edad son también las más vulnerables al coronavirus, y no porque tengan mayor facilidad de contagio, lo cual parece mantenerse uniforme en todas las edades; sino porque presentan más riesgo de sufrir una COVID-19 con complicaciones graves e, incluso, la muerte.
Pero, ¿por qué esto es así? ¿Qué hace a un sistema inmunológico más vulnerable ante la COVID-19? La respuesta es múltiple y compleja. Hay varios factores que pueden favorecer que los adultos sean más vulnerables a la COVID-19. Guillermo Quindós Andrés, catedrático de Microbiología Médica de la Universidad del País vasco, señala a Muy Interesante cuáles son esos factores.
Inmunosenescencia
El primero resulta obvio, pero no ofrece una única explicación simple y absoluta: el sistema inmunológico también envejece, igual que todas las células y órganos del cuerpo. Así lo explica Quindós: “Con la edad, nuestro sistema inmune se va deteriorando, como cualquier otro órgano; es lo que llamamos inmunosenescencia, el envejecimiento del sistema inmunológico”. Un sistema defensivo natural del organismo más anciano también implica respuestas menos eficientes. Y una mala o ineficiente respuesta inmunitaria favorece que el coronavirus gane la carrera. Eso sí, como anticipábamos al principio del párrafo, no hay respuestas absolutas. Como recuerda Quindós, hay una gran variabilidad entre unas personas y otras”. Es decir, que también hay un componente genético involucrado en la salud de nuestro sistema inmunológico, o en la capacidad para mantenerlo joven por más tiempo, como ocurriría con otras áreas del cuerpo humano. “Algunas personas mayores poseen una respuesta defensiva que muchos jóvenes envidiarían”, reconoce Quindós.
Estudios recientes han mostrado cómo el coronavirus afecta a muchos órganos del cuerpo. Un completo análisis de la revista Science analizaba recientemente la progresión de la COVID-19 en pacientes hospitalizados, observando la afectación de distintos órganos: desde los pulmones, pasando por el hígado, el corazón y vasos sanguíneos, los riñones, los intestinos, los ojos e, incluso, el cerebro. Estos daños provocan síntomas insospechados en una enfermedad respiratoria, como diarrea, insuficiencia renal y/o hepática, conjuntivitis, alteración del olfato y el gusto, caída de la presión arterial, trombosis, e incluso derrames cerebrales. Aunque solo el 5 % de los pacientes a nivel global sufren alteraciones graves como estas, en números absolutos no resulta una cifra para nada despreciable.
No es tanto la edad la que se asocia con el riesgo a sufrir estas alteraciones graves como el estado de salud general, porque las personas jóvenes pueden padecer enfermedades adyacentes, como mencionábamos al inicio del artículo, comorbilidades. Pero, como nos recuerda Quindós, lo que también es cierto es que un organismo más envejecido predispone a un peor funcionamiento de los órganos, lo que los hace más vulnerables a estas complicaciones.
“Con la edad, no solo envejece el sistema inmunológico, sino también todo el resto de órganos. De mayores, vamos acumulando enfermedades que no tienen que ver con las infecciosas, pero que pueden favorecerlas”, explica.
Cualquier enfermedad previa puede agravar algún tipo de infección, aunque lo que provoque sea una enfermedad respiratoria. Por ejemplo, la diabetes. Quindós continúa así: “Cualquier alteración endocrina, como ocurre en la diabetes, altera el sistema inmunológico porque provoca alteraciones en la fagocitosis (capacidad por la que las células inmunes engullen a otras células involucrada en la eliminación de patógenos); por otra parte, un problema de circulación puede impedir la ‘llegada’ de la respuesta defensiva a todos los lugares del cuerpo. Otro ejemplo: en el hígado se sintetizan muchas proteínas que participan en la respuesta inmunológica”, ilustra el microbiólogo.
Y no olvidemos las enfermedades respiratorias, como el EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica). Por tanto, podríamos excluir muy pocas enfermedades de la lista de riesgos asociados a complicaciones de la COVID-19: cualquiera puede generar un entorno hostil en el organismo, que provoque que el cuerpo no esté en las mejores condiciones posibles para enfrentar al virus. Y estas condiciones empeoran naturalmente con la edad.
Si el coronavirus también interviene negativamente en el funcionamiento de los órganos del cuerpo, como apuntábamos señalando el informe de la revista Science, la mala salud previa crearía un escenario muy poco favorable, que empeoraría aún más la evolución de la enfermedad, en una especie de círculo vicioso.
Otras condiciones que afectan a toda la población
Enzima reguladora de la angiotesina 2 (ACE2)
Además de la edad, recientemente se están descubriendo otros factores de riesgo que harían a cada paciente más o menos vulnerable a la infección por coronavirus. Un ejemplo es la enzima convertidora de angiotesina 2 (ACE2), que tiene una función vasoconstrictora (que estrecha los vasos sanguíneos), entre otras. Esta enzima receptora actúa, además, como una especie de cerradura en nuestras células donde encaja la llave, en forma de proteína S (en espícula) del coronavirus.
Estudios previos apuntaban a que los hombres parecerían tener un nivel más elevado de esta enzima en sus células, lo que les haría más vulnerables al coronavirus. Pero recientemente hemos conocido que no es tanto por un tema de cantidad, sino de calidad. Los receptores ACE2, dependen bastante del cromosoma X. Por tanto, se sugiere que los receptores de las mujeres (XX) son más eficientes o, más bien, que su función regulatoria se vería más preservada en las mujeres, en detrimento de los hombres (XY). No obstante, aún son necesarios más estudios para determinar con mayor seguridad esta cuestión.
Inmunidad cruzada
Otra de las conclusiones más interesantes, que ha salido a la luz recientemente en la revista Cell, es que el hecho de que las personas se hayan enfrentado con anterioridad a otro coronavirus podría haber generado una inmunidad que los haría más resistentes a la COVID-19.
Para entender esto, tenemos que saber que existen siete tipos de coronavirus, que sepamos hasta ahora, que pueden afectar a humanos: 229E, OC43, NL63, HKU1, SARS-CoV, MERS-CoV y SARS-CoV-2. Los tres últimos seguramente te resulten familiares por haber leído sus nombres en los medios de comunicación.
SARS-CoV-1 es el que provocó el brote de Síndrome Respiratorio Agudo Severo de 2003; MERS-CoV causó un brote de síndrome respiratorio de Oriente Medio en 2012; SARS-CoV-2 es nuestro pequeño ‘archienemigo’, que provoca la COVID-19. Y los cuatro primeros son coronavirus que provocan aproximadamente un tercio de los resfriados comunes. Es probable que tú, que estás leyendo este artículo, hayas pasado por uno de ellos en algún momento de tu vida.
Pues bien, lo que dice el nuevo estudio de Cells es que cuatro de cada diez personas tendrían inmunidad frente al coronavirus SARS-CoV-2 sin haberlo pasado, debido a que muchos de estos virus presentan características en común. Un organismo que ha experimentado con anterioridad una infección por un coronavirus parece preservar cierto tipo de inmunidad o memoria inmunológica que le permitiría enfrentarse al nuevo coronavirus: una cierta ventaja. Es lo que llamamos inmunidad cruzada.
Esta inmunidad ‘previa’, por otra parte, también explicaría por qué se estima que hay tantos casos asintomáticos o leves.
Inmunidad cruzada en personas mayores
Y volvemos al factor del envejecimiento. Quindós recuerda que, con la edad, es probable que esa inmunidad cruzada disminuya: “Todavía no sabemos cuánto tiempo dura la inmunidad, pero es probable que una persona joven que haya pasado por un coronavirus a través de un resfriado común haya generado inmunidad, que pocos años después le permita enfrentarse mejor al nuevo coronavirus”.
El micro-ARN
Otro estudio publicado por la Universidad de Medicina de Augusta, en Georgia, apunta a otro favor de ‘desprotección’ frente al coronavirus asociado a la edad: el micro-ARN.
El micro-ARN desempeña un papel importante en nuestro organismo en el control de la expresión génica. Además, desempeñan un papel defensivo frente a los virus: se adhieren a ellos y cortan su ARN, el material genético del coronavirus, sin el cual no puede replicarse e infectar a otras células. La conclusión de estos investigadores es que el micro-ARN que debería atacar al virus que causa la COVID-19 disminuye con la edad, y también por diversos problemas de salud crónicos ya mencionados. Esto ayudaría a explicar por qué las personas mayores y las personas con afecciones médicas preexistentes son población vulnerable frente al SARS-CoV-2. El estudio se publica en la revista Aging and Disease.
Una persona, un sistema inmune
Guillermo Quindós, no obstante, insiste en señalar que la variabilidad de persona a persona para todas las condiciones que hemos mencionado es muy fuerte. Una edad elevada podría no implicar necesariamente poseer estas vulnerabilidades, porque todo depende del estado de salud general y la predisposición genética.
Eso sí, a mayor edad, en términos generales, mayor riesgo de padecer todo tipo de complicaciones. Y la COVID-19 no es una excepción.
Fuente: Muy Interesante