Aunque haya muchas historias y películas donde la alineación de los planetas del sistema solar sea el desencadenante de una gran catástrofe la realidad es que esto no podría llegar a ocurrir: porque el sistema solar no es suficientemente plano y porque desaparecerá antes. Incluso aunque ocurriera, los efectos apenas serían perceptibles.
Aunque haya muchas historias y películas donde la alineación de los planetas del sistema solar sea el desencadenante de una gran catástrofe la realidad es que esto no podría llegar a ocurrir: porque el sistema solar no es suficientemente plano y porque desaparecerá antes. Incluso aunque ocurriera, los efectos apenas serían perceptibles.
Las películas de aventuras de los 80 y los 90 estaban obsesionadas con la posibilidad de que los planetas del sistema solar se alinearan, trayendo consigo el fin del mundo o el regreso de una antigua y poderosa maldición. La realidad sin embargo es menos apocalíptica, aunque incluso más interesante. Por un lado, los planetas no pueden llegar a alinearse perfectamente y por otro, aunque lo hicieran, sólo podríamos sentirlo en la Tierra con los instrumentos más sensibles.
Resulta imposible alinear los planetas porque, aunque el sistema solar es plano, no es perfectamente plano. El sistema solar se formó a partir de una nube de gas y polvo de las incontables que poblaban la Vía Láctea en sus inicios. Esta nube fue contrayéndose por su propia gravedad, concentrando la mayor parte de su masa en el centro y creando pequeños paquetes orbitando alrededor de esta región central. Aunque la nube fuera aproximadamente esférica en su origen, las colisiones de las partículas que la componían fueron cancelando cualquier movimiento en una dirección que no fuera la principal, la media de todas las direcciones individuales.
Esto tuvo como resultado que los planetas y sus lunas, los asteroides y demás objetos orbitaran todos en, más o menos, un mismo plano. Este proceso por supuesto no fue perfecto. En parte porque el tiempo que ha pasado desde que empezó es finito pero también porque llegó un momento que estas colisiones se hicieron tan poco frecuentes que dejaron de tener efecto. A día de hoy tenemos a los ocho planetas principales orbitando en una configuración muy cercana a un plano perfecto. Marte, Júpiter, Urano y Neptuno orbitan a menos de dos grados de la órbita terrestre, siendo Urano el más cercano a esta. La órbita de Saturno está inclinada casi dos grados y medio con respecto a la terrestre, mientras que la de Venus pasa los tres grados y la de Mercurio alcanza los siete grados.
Por tanto, aunque los planetas llegaran a alinearse vistos desde “arriba” del sistema solar, la realidad es que no estarían completamente alineados, sino formando un cierto zigzag en la coordenada vertical. Y esto es considerando tan solo a los planetas propiamente dichos, que son con diferencia los objetos más masivos del sistema solar y por tanto los que más afectados se vieron por aquél proceso de colisión y ordenación. Los planetas enanos muestran claramente las limitaciones de este proceso, con órbitas con inclinaciones de decenas de grados. Plutón por ejemplo orbita con una inclinación de más de 17 grados. Ceres está próximo con 10 grados de inclinación, mientras que Eris, el único planeta enano más masivo que Plutón (que conozcamos en la actualidad, al menos) tiene una inclinación para su órbita de 44 grados.
Pero ¿y si todas estas órbitas tuvieran la misma inclinación que la terrestre? ¿Podría llegar a darse una alineación planetaria? La respuesta corta es que no, la larga es que no, antes de que muera el Sol y se lleve por delante a Mercurio, Venus y posiblemente la Tierra. Una forma de averiguar a grosso modo cada cuánto vuelven a alinearse sus planetas es buscar el mínimo común múltiplo de sus periodos orbitales, del tiempo que tardan en completar una órbita alrededor del Sol. Si empezaron perfectamente alineados, tendremos que esperar esa cantidad de años para que todos ellos vuelvan a la misma posición. Tomando el periodo de cada planeta hasta Neptuno y redondeándolo al día más cercano, obtenemos que se producen estas alineaciones cada dos trillones de años. Teniendo en cuenta que la edad del universo es de menos de 14 mil millones (es decir aún faltarían ocho ceros para llegar a la otra cifra) y que el Sol morirá en unos 5 mil millones de años, mucho tendría que reducirse ese tiempo para llegar a ver una alineación planetaria.
Tan solo para que los cuatro planetas rocosos, Mercurio, Venus, la Tierra y Marte, se alinearan habría que esperar casi un millón de años. Lo más cercano que podemos esperar a una alineación es que se sitúen todos en la misma región del espacio. Al parecer la próxima vez que ocurra esto será en mayo del año 2492, en el que podrán verse los otros siete planetas simultáneamente en el cielo nocturno. Pero aún así, Mercurio aparecerá hacia el este y Júpiter hacia el oeste, con el resto de planetas entre medias.
Pero es que incluso aunque realmente ocurriera, los efectos sobre la Tierra serían completamente despreciables. Los únicos cuerpos que nos afectan con su gravedad son el Sol, alrededor del cual orbita la Tierra, y la Luna, que crea las mareas y mantiene el eje de rotación de la Tierra estable. El efecto sumado del resto de planetas apenas supone un pequeño porcentaje del efecto de la Luna. Por tanto tal vez supondría un aumento de un par de centímetros en las mareas más altas del planeta, pero poco más.
Fuente: Muy Interesante