Un experimento con voluntarios en aislamiento social demuestra que la necesidad de encontrarse con otras personas después de un periodo de soledad funciona igual que las de comer cuando tenemos hambre
Para la salud humana, los contactos sociales positivos pueden ser tan importantes como comer o dormir. ¿No tendría entonces nuestro cerebro que utilizar trucos y presiones similares, como la sensación de hambre o cansancio, para recordarnos cuando nos falta compañía?
En busca de respuestas, los investigadores dirigidos por Livia Tomova, del MIT, sometieron a 40 voluntarios a un experimento de aislamiento y utilizaron un escáner de resonancia magnética para estudiar cómo respondía su cerebro. Sus resultados han aparecido publicados en la revista Nature Neuroscience.
Los voluntarios pasaron inicialmente diez horas aislados de otras personas y de las redes sociales. Como grupo de comparación se utilizó un grupo de sujetos que ayunaron durante el mismo tiempo. Después, los investigadores preguntaron a los voluntarios sobre sus sentimientos y les mostraron una serie de imágenes, en las que aparecían otras personas o comidas deliciosas.
Al ver las imágenes, las regiones cerebrales de los participantes reaccionaron con los síntomas característicos de la abstinencia, como demostró el análisis de las imágenes del escáner: ciertas áreas cerebrales asociadas a la recompensa y la adicción, como la sustancia negra parcialmente compacta y el tegumento ventral, reaccionaron con más fuerza a la comida que a las imágenes de flores, por ejemplo, en el caso de los hambrientos, y con más fuerza a las escenas de sociabilidad humana en el caso de los solitarios.
Los investigadores mostraron a los voluntarios imágenes en las que aparecían otras personas o comidas deliciosas
Las neuronas dopaminérgicas, sensibles a la dopamina, se activaban en estas áreas de acuerdo con la con la motivación de un individuo para cambiar su esta, fuera la soledad o el hambre. Sin embargo, las zonas donde se producía la actividad adicional en el cerebro eran diferentes.
El hambre activó áreas específicas en el córtex cingulado anterior (ACC), la amígdala y la ínsula; el hambre de compañía se manifestó además en el córtex orbitofrontal. Todas estas áreas también tienen algo que ver con la recompensa y la motivación, pero responden de forma sutilmente diferente en distintas condiciones de abstinencia.
Los investigadores sugieren que la privación de una necesidad básica no aumenta necesariamente la motivación para satisfacerla, al menos inicialmente. En cambio, tiende a amortiguar otras motivaciones que compiten con la necesidad más apremiante en ese momento.
Esto también explica las observaciones de comportamiento estudiadas en las moscas de la fruta, pero también en las personas corrientes: la gente es menos sociable cuando tiene hambre, por ejemplo, quizá porque las dos necesidades básicas se atenúan mutuamente.
Fuente: Quo