La mayoría de los seres humanos sanos tienen una temperatura corporal interna que ronda los 37 °C. Sin embargo, un estudio de la Universidad de Utah publicado en la revista The Lancet descubrió que la temperatura corporal central de las mujeres puede ser, de media, 0,2 °C más alta que la de los hombres. Además, las manos de las mujeres pueden ser significativamente más frías: 28,2 °C de media, frente a los 32 °C de los hombres.
No es el único. Hace años, un estudio realizado por científicos holandeses ofreció una respuesta a la eterna duda que resuena cada verano en las oficinas: ¿por qué mientras algunos hombres se mueren de calor y suplican encender el aire acondicionado, algunas mujeres empiezan a ponerse un jersey?
Según esta investigación, las mujeres tienden a sentir más el frío. En uno de los experimentos realizados, se comprobó que ellas se sienten cómodas a una temperatura media de entre 24 y 25 grados centígrados, es decir, unos 2,5 ºC más cálida que la temperatura óptima para los hombres.
El profesor Paul Thornalley, de la Facultad de Medicina de Warwick, explica que esta diferencia podría deberse al distinto ritmo metabólico medio entre hombres y mujeres. El metabolismo es el conjunto de procesos que permiten al cuerpo crecer y producir energía, incluida la energía en forma de calor. Cuando hablamos de «consumo metabólico en reposo», nos referimos a la cantidad mínima de energía que el cuerpo consume cuando está en reposo, y se puede calcular mediante fórmulas estándar. En promedio, las mujeres tienen un ritmo metabólico más bajo que los hombres.
Una de las claves, según Thornalley, está en la masa magra corporal libre de grasa, que representa aproximadamente el 60% de las diferencias individuales en el metabolismo en reposo. La masa magra incluye órganos, huesos, piel y músculos, es decir, todo menos la grasa corporal. Como los hombres suelen tener más masa magra que las mujeres, su metabolismo basal es mayor.
Los órganos que más energía consumen (como el hígado, el cerebro, los músculos esqueléticos, los riñones y el corazón) son los responsables principales del calor corporal producido sin necesidad de moverse. Esta generación de calor en reposo ocurre en lo que se conoce como grasa parda. A diferencia de la grasa blanca, que almacena energía en forma de calorías, la grasa parda genera calor de forma automática, en un proceso llamado termogénesis. Esta producción de calor está regulada por la hormona tiroidea y el sistema nervioso, y puede generar diferencias metabólicas adicionales, especialmente entre hombres.
Los bebés tienen niveles más altos de grasa parda que los adultos para evitar la hipotermia, pero los adultos todavía conservan parte de ella. En los hombres, la mayor proporción de masa corporal capaz de generar calor de manera involuntaria hace que, en promedio, no sientan tanto el frío. Pero esto también significa que, durante el verano, tienden a sobrecalentarse más rápido, ya que sus cuerpos generan más calor incluso cuando están en reposo.
Esto explicaría por qué hay un conflicto térmico típico en las oficinas: mientras ellos quieren bajar el aire, ellas piden subirlo. No obstante, cada cuerpo es diferente. Algunos hombres tienen un metabolismo más lento que algunas mujeres, por lo que en ciertas ocasiones puede ser el conserje en la recepción el que se abriga, mientras que la secretaria en la sala de reuniones se queja del calor.
También se han mencionado factores no tan científicos para explicar esta brecha térmica entre géneros. Por ejemplo, mientras muchas mujeres llevan vestidos frescos en agosto, algunos hombres están atrapados en trajes formales que no ayudan precisamente a combatir el calor.
Aunque el termostato esté en 22 ºC, no todos lo perciben igual. Y si alguna vez vuelves a discutir con una compañera o tu pareja sobre el aire acondicionado, ya sabes: la ciencia también tiene algo que decir al respecto.
Fuente: Revista Quo