Gracias a diversos estudios científicos hoy podemos afirmar que nuestros ojos, y en especial nuestras pupilas, hablan de nuestro estado interno. Nuestra reacción pupilar es una medida únicamente valorable a través de técnicas de laboratorio. Sin embargo, constituye un índice sencillo y fiable para conocer nuestros procesos psicológicos.
El interés científico por el estudio de las pupilas comenzó ya a principios del pasado siglo. Desde entonces se han realizado varias investigaciones que concluyen que la actividad pupilar proporciona información valiosa sobre diversos aspectos.
Cuanto más grandes son las pupilas, mayor es la inteligencia. Así lo reflejan tres estudios realizados por tres científicos del Instituto Tecnológico de Georgia que midieron la capacidad cognitiva de unos sujetos a partir del tamaño de sus pupilas a través de pruebas de razonamiento, atención y memoria.
“De hecho, en los tres estudios encontramos que la diferencia en el tamaño de la pupila entre las personas que consiguieron la puntuación más alta en las pruebas cognitivas y aquellas que obtuvieron la más baja fue lo suficientemente grande como para ser detectada a simple vista”, explican Jason S. Tsukahara, Alexander P. Burgoyne y Randall W. Engle, autores del estudio, en Scientific American.
“Por primera vez, descubrimos que existía esta sorprendente relación entre las pupilas y la inteligencia a partir de las diferencias en la cantidad de esfuerzo mental que las personas usaban para completar las tareas de memoria”, prosiguen. “Usamos la dilatación de las pupilas como indicador de esfuerzo, una técnica que viene del psicólogo Daniel Kahneman en las décadas del 60 y 70. Al principio, cuando descubrimos la relación entre el tamaño inicial de la pupila y la inteligencia, no estábamos del todo seguros de si era real o qué significaba”.
“Descubrimos que un mayor tamaño de la pupila se correlacionaba con una mayor inteligencia fluida, un mejor control de la atención y, en menor grado, una mayor capacidad de memorizar, lo que se tradujo en una relación fascinante entre el cerebro y el ojo humano”, aseveran los científicos. “Curiosamente, el tamaño de la pupila se correlacionaba con la edad de los participantes: aquellos que tenían más años las tenían más pequeñas y contraídas”.
Además, se ha comprobado que, a más dificultad presenta una tarea para una persona, mayor es su diámetro pupilar. Estos resultados se han demostrado con tareas de diversa índole: multiplicaciones, deletreo de palabras, cálculo mental… En todos los casos, las pupilas fueron un indicador del esfuerzo cognitivo y el grado de atención e implicación que el individuo estaba ejerciendo.
Un elemento importante, el ‘locus coeruleus’
“Está relacionado con la actividad del locus coeruleus, un punto situado en la parte superior del tronco encefálico que posee conexiones neuronales de gran alcance con el resto del cerebro”, explican. “Este libera noradrenalina, un neurotransmisor hormonal que regula procesos como la percepción, la atención, la memoria o el aprendizaje. También ayuda a mantener una organización saludable de la actividad cognitiva para que regiones distintas del cerebro puedan trabajar juntas para lograr tareas y objetivos desafiantes”.
Además, cuando no funciona bien el locus coeruleus, el sujeto tiene bastantes más probabilidades de sufrir episodios o síntomas relacionados con la enfermedad de Alzheimer o trastornos como el déficit de atención. “Una de las hipótesis es que las personas que tienen las pupilas más grandes en reposo regulan mejor la actividad del locus coeruleus, lo que beneficia al rendimiento cognitivo y la función cerebral en estado de reposo”, concluyen los investigadores. Aun así, como reconocen, “se necesitan más estudios para seguir explorando esta posibilidad y determinar por qué las pupilas más grandes están asociadas con una mayor inteligencia y control de la atención”.
Fuente. El Universo
Woww excelente artículo muy interesante gracias por compartir saludos Marianito