El cerebro humano sigue siendo un misterio y, a pesar que el conocimiento sobre el mismo crece constantemente, aún queda mucho por descubrir. En los últimos años se ha comenzado a investigar cómo la microbiota intestinal está asociada a los pensamientos y los sentimientos.
El eje intestino-cerebro plantea una comunicación bidireccional entre ambos órganos e introduce incógnitas sobre cómo ciertos hábitos interfieren en la salud emocional o neurológica.
Estudios recientes introducen la posibilidad de que la microbiota pueda explicar fenómenos filosóficamente profundos como la sabiduría o la soledad, señala un artículo de The Conversation, publicado por el sitio Yahoo Noticias.
Sabiduría, soledad y salud emocional
La sabiduría y la soledad son fenómenos difícilmente definibles, pero entenderlos es importante ya que ambos impactan directamente en nuestro bienestar psicológico: mientras el primero nos protege del sufrimiento inherente a la vida, el segundo promueve trastornos como la depresión.
Las personas sabias albergan un conocimiento que trasciende lo académico, y que generalmente parte de la experiencia reflexiva sobre la propia existencia. Se trata de una dimensión que no solo facilita una mejor resolución de los problemas cotidianos, sino que también supone una aproximación más serena a las tensiones naturales que se desprenden del hecho de vivir. La sabiduría permite una visión privilegiada de las cosas que aúna la sensibilidad y la inteligencia de un modo armónico y proactivo.
La soledad, por su parte, es un sentimiento de dolorosa desconexión respecto al resto de seres humanos que nos rodean. Como valoración subjetiva que es, cuesta cuantificarla. Quien vive sumido en esta sensación cree estar desprovisto de todo tipo de apoyos (emocional, instrumental, etc.), lo que entorpece extremadamente su capacidad percibida para adaptarse al estrés.
Una de las funciones de la psicología es comprender ambas realidades y determinar qué mecanismos psicoterapéuticos permiten optimizarlas. No obstante, el enfoque integral desde el cual hoy en día se contempla la salud ha abierto la puerta a que puedan analizarse también bajo el prisma de la Biología.
En el cuerpo humano habitan aproximadamente 38 billones de microorganismos. Aproximadamente tres kilógramos de nuestro peso corporal (el doble de lo que pesa el cerebro) corresponden a estas bacterias.
El intestino es uno de sus repositorios fundamentales, al dar cobijo a la mayoría de estos diminutos polizones. Su número o composición es variable, además de único para cada individuo, como una huella digital.
Concretamente depende de aspectos tan específicos como la dieta, el modo en que se cocinan los alimentos, la masa corporal o el consumo de fármacos. A todo ello se suman el estilo de vida, el ejercicio físico o el entorno en que residimos habitualmente.
En este contexto, un estudio reciente concluyó que la elevada riqueza de nuestra flora intestinal se asocia a niveles bajos de soledad, a mayor sabiduría y a una tendencia acentuada a aprovechar el apoyo social disponible. Así, la variedad de microorganismos en esta región del cuerpo influye en variables clave para la vida emocional y puede explicar indirectamente los efectos positivos de ciertos hábitos sobre la salud psicológica.
Más en concreto, se encuentra una relación lineal entre la diversidad alfa (que considera la flora a nivel local) y la sensación subjetiva de no estar solos en el mundo. Por su parte, existe una asociación positiva entre la diversidad beta (que contempla el número de microorganismos locales en contraste con el de los regionales) y los índices de sabiduría.
Estos resultados son muy interesantes, pues sustentan el conocimiento previo sobre la relación entre la pobreza microbiótica y la fragilidad de la salud mental, pero aportando un punto de vista útil para el futuro de la psicoterapia.
Fuente: mendozapost