Un equipo de investigadores del Instituto Max-Planck de Dinámica y Autoorganización (MPI-DS) y la Universidad Técnica de Múnich (TUM) ha identificado que un organismo, concretamente el moho de limo Physarum polycephalum, guarda recuerdos, a pesar de no tener sistema nervioso.
La forma de vida más extraña del mundo
Este organismo unicelular que podemos encontrar en muchos ambientes húmedos y oscuros (hojarasca o entre los escombros podridos de los bosques) hace precisamente eso: es capaz de almacenar y recuperar información sobre su entorno; una hazaña impresionante considerando que carecen de cualquier forma de sistema nervioso central.
A pesar de su nombre, los mohos de limo no son ni mohos ni hongos, sino eucariotas, esto es, que pertenecen al mismo dominio que los humanos y otros animales. Sin embargo, no son un organismo unicelular promedio, consisten en una colección de células individuales que se han unido en una forma unificada bastante particular, completa con múltiples núcleos encerrados en una sola célula gigante.
Estos curiosos organismos, cuya única célula parecida a una ameba puede estirarse varios centímetros o incluso metros, pueden cortarse en trozos, pero en algún momento volverán a fusionarse. También es posible ver cómo varios de estos organismos se unen entre sí para formar un organismo aún más grande.
Una forma de 'inteligencia'
Según los investigadores, el moho de limo que no posee ni cerebro ni estructura neuronal, "teje recuerdos de encuentros con alimentos" en su cuerpo y usa esos recuerdos para tomar decisiones futuras. "Dada la simplicidad de esta red viviente, la capacidad de Physarum para formar recuerdos es intrigante", aclara Karen Alim, profesora de física biológica en la Universidad Técnica de Munch, y coautora del trabajo. "Es notable que el organismo se base en un mecanismo tan simple y, sin embargo, lo controle de una manera tan fina". Y no necesita un cerebro para ello.
¿Dónde almacenan esa información entonces?
Dado que parece que este tipo de navegación necesaria para evitar peligros y buscar alimento debería requerir un cerebro para almacenar datos sobre dónde ha estado el organismo, y dado que ya hemos comentado que no posee este atributo, ¿de qué forma recuerda? Resulta que el moho lee el rastro de baba que deja atrás. Ese sendero tiene diferentes cualidades químicas dependiendo de si el moho había detectado comida cuando estaba por el sendero. Al leer estas cualidades químicas al toparse con un rastro que ha dejado previamente, el moho de limo sabe si está en el camino correcto o no, convirtiendo efectivamente su propio rastro en un recuerdo de dónde ha estado.
Así las cosas, los investigadores descubrieron que el organismo teje los recuerdos de los encuentros con los alimentos directamente en la arquitectura del cuerpo en forma de red y utiliza la información almacenada para tomar decisiones futuras. "Es muy emocionante cuando un proyecto se desarrolla a partir de una simple observación experimental", continúa Alim.
"Los tubos gruesos de la red actúan como autopistas en las redes de tráfico, lo que permite un transporte rápido de la información a través de todo el organismo", añade Mirna Kramar, coautora del estudio. "Los encuentros anteriores impresos en la arquitectura de la red influyen en la decisión sobre la dirección futura de la migración".
Fuente: Muy Interesante