Según un nuevo análisis, el coronavirus es mucho más contagioso en invierno que en verano, lo que explicaría la segunda ola y por qué los casos han descendido tanto en todo el mundo
En verano, el SARS-CoV-2 es hasta un 40% menos contagioso que en invierno, según las conclusiones de un equipo de investigadores de la Universidad de Oxford en colaboración con el proyecto EpidemicForecasting.org, que utiliza modelos informáticos para analizar y predecir la propagación de epidemias.
El estudio, que ha aparecido en preimpresión en medRxiv, y está a falta de revisión por pares, ha evaluado los datos de 143 regiones de Europa para separar la influencia estacional de otros factores como las máscaras y las restricciones de contacto.
Según los resultados, el efecto estacional sería casi el doble de fuerte de lo que se pensaba. El efecto del verano es comparable a las medidas más eficaces contra la propagación del virus, como la distancia social y las mascarillas. Sin embargo, estas medidas combinadas entre sí siguen teniendo un efecto mayor que el verano.
El calor del verano no es suficiente por sí solo para detener la propagación del virus
Además, el grupo de trabajo señala que el efecto estacional por sí solo no es suficiente para detener la propagación en verano: si hay muy poca gente inmune y al mismo tiempo no se toman medidas para contrarrestarla, también habrá brotes en verano.
En el verano sigue habiendo riesgo
Incluso al principio de la pandemia, los expertos habían asumido que el SARS-CoV-2 se propagaría peor en verano, de forma similar a otros patógenos respiratorios. Sin embargo, determinar el tamaño del efecto no es sencillo, ya que las intervenciones contra el virus conocidas como intervenciones no farmacéuticas (NPI) sesgan los datos.
Una revisión reciente concluyó que las pruebas disponibles hasta la fecha son demasiado contradictorias como para demostrar con seguridad una relación entre el clima y la transmisión del coronavirus. Otro problema es que no está nada claro por qué muchos patógenos respiratorios son tan estacionales.
Entre las posibles razones se encuentran la reducción de la transmisión de aerosoles y de la radiación UV que destruye los virus en el exterior, así como la humedad del aire o las fluctuaciones estacionales del sistema inmunitario humano. Es de suponer que varios de estos factores influyen, y son difíciles de separar del resto de medidas que se han tomado para frenar el contagio.
¿Habrá otra ola en otoño?
Sin embargo, la cifra de alrededor de un 40 % de diferencia en el número de reproductores determinada por el equipo podría explicar bien varios fenómenos. El número es lo suficientemente bajo como para que a pesar del clima se produzcan brotes en verano y en las regiones tropicales, que se han observado ya.
Al mismo tiempo, el efecto suficientemente fuerte para que el cambio de estación haga que las medidas contra el contagio que funcionan en verano dejen de ser suficientes cuando llegue el mal tiempo, lo que provocaría una nueva ola de supere al resto de las medidas. podría superar el NPI suficiente en verano y desencadenar una nueva ola de infección. Esto explicaría la segunda ola que se produjo en Europa el pasado otoño de 2020.
Fuente: Quo