Un nuevo estudio ha descubierto que algunas regiones específicas del cerebro responden de manera diferente ante ciertos estímulos en las personas con tendencia a la soledad que en otras con un mayor desarrollo de actitudes empáticas.
Científicos de la Universidad de California en San Diego han comprobado en una reciente investigación que existen áreas del cerebro que reaccionan de forma opuesta en las personas con hábitos orientados a la soledad con respecto a otras que se desenvuelven con una actitud más empática. Las reacciones se verificaron mediante imágenes cerebrales, ante determinados estímulos relacionados con aspectos emocionales.
El hallazgo de estos marcadores neurobiológicos podría contribuir en tratamientos psicológicos que buscan paliar los efectos negativos de la soledad. Se ha demostrado que las personas que no saben procesar adecuadamente las experiencias solitarias pueden incrementar considerablemente múltiples riesgos para su salud física y mental.
La soledad no afecta solamente a personas en situaciones extremas, como puede ser estar privado de la libertad, internado en un hospital o viviendo en la calle. Se trata de un problema que afecta a un número creciente de seres humanos en todo el mundo sin importar su condición socioeconómica o cultural, y que se encuentra directamente relacionado con el aumento en la incidencia de patologías psicosociales como la depresión, la angustia o la ansiedad.
Según una nota de prensa, los investigadores norteamericanos se plantearon como objetivo intentar determinar si existen regiones en el cerebro en las cuales se puedan rastrear los efectos de la soledad. De acuerdo a los especialistas, describir este impacto a nivel neurológico podría ser de suma importancia para conocer a fondo la problemática y diseñar nuevas estrategias terapéuticas.
Estímulos positivos y negativos
En el marco del nuevo estudio, publicado en la revista Cerebral Cortex, los científicos trabajaron con 147 voluntarios de entre 18 y 85 años de edad. Los participantes debían efectuar algunas tareas cognitivas sencillas, mientras al mismo tiempo se les mostraban imágenes de rostros que manifestaban distintas emociones positivas y negativas. Sus reacciones fueron analizadas y registradas mediante técnicas de electroencefalografía (EEG).
Las reacciones entre los individuos fueron muy diferentes. Por ejemplo, las personas que se habían manifestado con tendencia a la soledad disminuían notablemente su rendimiento cognitivo en presencia de imágenes relacionadas con emociones negativas, como la ira. Por el contrario, en las personas más empáticas y con mayor equilibrio emocional las mismas imágenes no generaban un efecto perjudicial en sus pruebas cognitivas.
Cuando las imágenes tenían una orientación hacia emociones positivas, como la alegría o la empatía, las reacciones también fueron claramente diferentes. Mientras estos estímulos incrementaron notoriamente la velocidad de respuesta a nivel cognitivo en las personas más sociables, no se notó el mismo avance en los individuos con tendencia a la soledad.
En la actividad cerebral
Estas variaciones quedaron registradas en las imágenes cerebrales en algunas regiones específicas del cerebro de los participantes. En la unión temporal-parietal (TPJ), una zona especialmente orientada a las emociones, las actitudes empáticas y la capacidad de entender las necesidades de otras personas, la actividad neuronal fue claramente opuesta entre los voluntarios con tendencia solitaria y los participantes con una mayor apertura social.
En el mismo sentido, los voluntarios con tendencia solitaria evidenciaron una mayor actividad neuronal ante estímulos negativos en la corteza parietal superior izquierda, una región del cerebro que resulta clave para la atención y la concentración. Mientras tanto, los estímulos positivos activaron especialmente en las personas más empáticas la ínsula izquierda del cerebro, responsable de distintas habilidades sociales.
Para Jyoti Mishra, autor principal del estudio, “estos hallazgos son relevantes para la salud mental y física de las personas, porque nos brindan un control neurobiológico objetivo sobre cómo los individuos más solitarios o más empáticos procesan la información emocional. Tener marcadores biológicos que podamos medir en el cerebro puede ayudarnos a desarrollar tratamientos efectivos”, concluyó.
Fuente: Tendencia 21