Se dice que cada 20 de junio es el ‘día más feliz del año’, ¿según quién? ¿Por qué estamos más felices en verano y más tristes en invierno? No, el 'yellow day' no existe; si bien algunos parámetros propios de determinadas épocas del año podrían hacernos pensar que así es.
Eslóganes como ‘el día más feliz del año’ –o su contraposición ‘día más triste del año’ o blue monday– generan desconfianza, debido a que su existencia es más una cuestión de marketing que de ciencia.
El caso del blue monday es el mejor ejemplo de una campaña publicitaria de éxito: no hay ninguna prueba científica que sostenga que el tercer lunes de enero sería un día más infeliz para la mayoría de la población en el hemisferio norte. El origen de este concepto tuvo lugar en el año 2005 y fue fruto de una campaña publicitaria ideada por la empresa Sky Travel; para ella, el investigador Cliff Arnall diseñó una ecuación, entre cuyas variables se encontraban en mal clima, la lejanía de las vacaciones y los gastos extra.
Lo mismo sucede con el conocido como yellow day: Arnall concluyó que el 20 de junio sería el ‘día más feliz del año’, debido a que en esta fecha confluyen determinados parámetros que podrían hacernos sentir más animados.
No obstante, si bien tanto blue monday o yellow day son solo fruto de sendas estrategias de comunicación empresarial, con poco o ningún rigor científico, existen determinados parámetros que podrían atribuir cierta solidez científica, al menos, a determinadas épocas del año en las que predominarían sentimientos contrapuestos.
Por qué estamos más felices en verano y más tristes en invierno
Precisamente el ‘yellow day’ (20 de junio) es el día con más horas de luz solar del año (15 de máximo) en el hemisferio norte, además de coincidir con la llegada del verano, el solsticio de junio. Según un equipo de meteorólogos y psicólogos de eltiempo, es, esta circunstancia, junto con otras como la llegada de la paga extra, las temperaturas agradables... podrían ayudar a que la mayor parte de la población se encuentre más animada de lo habitual.
La ‘hormona de la felicidad’ y su relación con la luz solar
Basta una rápida búsqueda en bibliotecas científicas como PubMed para descubrir muchos estudios que relacionan la cantidad de luz natural con la producción de serotonina, la tradicionalmente conocida como ‘hormona de la felicidad’. Concretamente, niveles altos de serotonina se relacionan con un mejor estado de ánimo y sentimientos de satisfacción y calma; y los niveles más bajos se correlacionan con la depresión y la ansiedad.
De hecho, incluso los bajos niveles de vitamina D (cuya asimilación es inducida gracias a los rayos ultravioleta del Sol) determinan el llamado ‘trastorno afectivo estacional’, un bajón anímico que se producen en otoño e invierno y afecta hasta al 10% de la población. Quien lo sufre tiene los mismos síntomas cada año y en la misma época, cuando las horas de luz se acortan.
La felicidad: una experiencia subjetiva, relativa y multicausal
Pese a los argumentos que podamos esgrimir a favor de una mejora del estado anímico en verano en la población general, no hay consenso científico sobre que exista una determinada época del año (y menos aún, un día concreto; en este caso, el yellow day) que sea particularmente más feliz que el resto.
El concepto de felicidad no está sujeto a términos científicos: es subjetivo y depende de muchas variables, como el estado de salud general, el nivel socioeconómico, la autoestima, el apoyo social... así como las aspiraciones personales de cada individuo.
La pirámide de Maslow: una alternativa a conceptos científicos como el yellow day
Si aun así te quedas con ganas de establecer un punto de referencia desde el cual ‘medir’ (si esto fuera posible) tus niveles de felicidad, te proponemos una alternativa. La pirámide de Maslow –nombrada así por su teórico, el psicólogo y filósofo Abraham Maslow–, es una serie de necesidades agrupadas y escalonadas. Esta pirámide va subiendo escalones por tendencia natural del ser humano, que va cubriendo las necesidades más imperativas por orden.
Maslow formuló una jerarquía de necesidades humanas defendiendo la hipótesis de que, conforme se satisfacen las necesidades básicas, las personas van desarrollando deseos más elevados.
Fuente: Muy Interesante