En un estudio publicado en la Revista Digital de Iconografía Medieval, la historiadora Silvia Alfonso Cabrera, investigadora del departamento de Historia del Arte I (Medieval) de la Universidad Complutense de Madrid (UCM); ha analizado los cuatro juguetes más populares de la Edad Media: el sonajero, el caballito de madera, los pajarillos y las muñecas. Diferentes obras pictóricas y escritos de la época evocan cómo eran y quiénes los utilizaban. Además, se han hallado restos de algunos de ellos en yacimientos arqueológicos, la mayoría, en enterramientos infantiles.
"Aunque el concepto de juego difería un poco del que podemos tener en nuestros días, la función de los juguetes en aquella época era doble y bastante similar a la actual: por un lado, educativa y por otro, ociosa", resume Alfonso Cabrera.
Los niños aprendían y se familiarizaban con las tareas que les tocaría desempeñar en la vida adulta según su estamento y su sexo. Al mismo tiempo, los juguetes eran un entretenimiento que permitían a los progenitores o a quienes les estuvieran cuidando (nodrizas normalmente) realizar sus actividades cotidianas sin interrupciones.
El estudio revela que existe mayor información histórica sobre los objetos masculinos, como el caballito de madera, y escasean datos de los más utilizados por las niñas, como son las muñecas. Los sonajeros y los pajarillos eran usados por ambos sexos por igual.
El caballito de madera es uno de los juguetes más representados en la iconografía medieval y era uno de los juegos más populares entre los menores. "Le da al niño la capacidad de empatizar con las actividades de caballería propias del mundo adulto", señala la investigadora en el trabajo.
El caballito de madera podía ir acompañado de una vara alargada que terminaba en un molinillo y simulaba a una lanza. "El molinillo derivaba de una importante innovación técnica en la Edad Media, como era el molino de viento", destaca Alfonso Cabrera.
En contraposición a este juguete masculino estaban las muñecas. A diferencia de las actuales, que pueden representar a bebés o a niños pequeños para que los cuide su dueña o dueño, las muñecas medievales representaban a mujeres jóvenes y adultas.
"Las niñas cuidaban de sus hermanos más pequeños, por lo que el rol de madre era cubierto, no en el plano del juego, sino con acciones reales", recalca la investigadora.
De la muñeca medieval apenas se han conservado restos. Podían ser fabricadas por artesanos y con ropa a la moda, que iban dirigidas a niñas de clases nobles, o con materiales caseros para las pequeñas más pobres: muñecas de trapo cosido, o con nudos y estropajos envueltos en paños. "Los Reyes Católicos encargaron a un sastre valenciano tela y ricos trajes para las muñecas de su hijas", apunta la historiadora.
El sonajero, con un carácter mágico y profiláctico –para cazar malos espíritus y calmar el dolor de los dientes de leche–, se remonta a la Antigüedad. Su función más lúdica llegó unos siglos más tarde.
"El sonajero de materiales ricos, como oro, plata y perlas, era un artículo de lujo, para nobles y reyes. En los ámbitos más humildes era sustituido por un mendrugo de pan o por el propio seno materno, que servía para calmar a los más pequeños", comenta la historiadora.
En cuanto al pajarillo, podía ser metálico, de barro cocido o incluso real, puesto que las representaciones que se conservan lo muestran atado con una cuerda. "Este tipo de juguetes en forma de pequeños animales eran entregados a modo de premio y su material dependía del estamento social al que perteneciera el niño y su familia", indica Alfonso Cabrera.
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Fuente: Neomundo