Un estudio científico tiene la respuesta definitiva: revela qué tipo de cuchillo y corte evitarán las lágrimas.
Pocos desafíos domésticos generan tanta frustración como cortar una cebolla sin acabar entre lágrimas. Por más trucos que se compartan entre generaciones —desde mojar el cuchillo hasta sostener un trozo de pan en la boca—, ninguno parece funcionar del todo. A pesar de ser una molestia universal, hasta ahora no sabíamos con precisión qué ocurre realmente cuando ese cuchillo atraviesa las capas del bulbo.
Un equipo de físicos e ingenieros de la Universidad de Cornell ha decidido estudiar este problema cotidiano con el mismo rigor que aplican a cualquier otro fenómeno físico complejo. En lugar de centrarse únicamente en los compuestos químicos que irritan los ojos, han investigado el proceso mecánico que libera esas sustancias en forma de diminutas gotas. El resultado es un estudio sorprendente que no solo explica por qué lloramos al cortar cebolla, sino también cómo evitarlo con un gesto tan simple como afilar mejor el cuchillo.
La mayoría de la gente asume que el llanto al cortar cebolla es inevitable. Sin embargo, el estudio liderado por Zixuan Wu y publicado en en preprint en arXiv muestra que la forma en la que cortamos la cebolla influye directamente en la cantidad de gotas que se dispersan en el aire. Lo que en realidad irrita los ojos no es solo el gas liberado por la ruptura de tejidos, sino las microgotas cargadas de ese compuesto volátil que quedan flotando.
Según los autores, “la formación de gotas ocurre mediante un proceso de dos etapas: una expulsión inicial de alta velocidad impulsada por la presión interna de la primera capa de la cebolla, seguida por una fragmentación más lenta de ligamentos en el aire”. Esta observación es clave, ya que revela que la irritación se debe en gran parte a la dinámica de fluidos y no únicamente a la química vegetal.
Para visualizar este fenómeno, los investigadores utilizaron cámaras de alta velocidad, técnicas de seguimiento de partículas y un dispositivo tipo guillotina que reproducía cortes con diferentes cuchillos. Gracias a estas herramientas, pudieron medir en detalle la velocidad, dirección y volumen de las gotas expulsadas durante los cortes.
Cuestión de cuchillos: lo que revela la física del corte
Una de las conclusiones más claras del estudio es que la cantidad y energía de las gotas expulsadas dependen de dos factores: la velocidad del corte y la nitidez del cuchillo. Cuando se utiliza una hoja roma o se corta muy rápido, las capas internas de la cebolla se comprimen con mayor fuerza antes de romperse. Esa presión acumulada genera una “explosión” de microgotas con alta energía.
Los investigadores lo expresan así: “Las cuchillas más afiladas conducen no solo a menos gotas, sino también a gotas más lentas”. Esto significa que el simple acto de afilar un cuchillo puede reducir la intensidad del fenómeno, ya que se necesita aplicar menos fuerza para atravesar la epidermis resistente de la cebolla, lo que se traduce en menor presión interna acumulada.
Además, los resultados muestran que las gotas más rápidas y numerosas se generan en los primeros milisegundos tras la ruptura inicial. Este es el momento más crítico, pues esas gotas tienen mayor probabilidad de llegar a los ojos antes de dispersarse. Cortes más suaves, lentos y precisos provocan menos impacto, lo que se traduce en un ambiente menos cargado de aerosoles irritantes.
Las capas internas y su papel en la catapulta vegetal
La cebolla no es un vegetal cualquiera. Está compuesta por múltiples capas carnosas, cada una envuelta por una fina membrana llamada epidermis, que recubre su superficie exterior. Bajo esa capa se encuentra el mesófilo, una parte interna más blanda. Esta estructura funciona como un pequeño resorte: cuando la epidermis se deforma durante el corte, acumula presión sobre el interior. Esa energía se libera de golpe cuando la membrana se rompe.
Cuando pelamos una cebolla, quitamos la piel seca y marrón exterior, que no se come. Ahora, lo que el estudio llama “piel interior” no es otra capa seca, sino una película muy fina, húmeda y transparente que recubre cada una de las capas carnosas de la cebolla (las que sí comemos). Si alguna vez separaste una capa de cebolla con los dedos, seguro notaste que hay una especie de “telita” muy fina que puedes estirar o despegar fácilmente. Esa telita es la epidermis de esa capa.
Durante los experimentos, los científicos observaron que, al cortar una cebolla con una cuchilla menos afilada, la presión interna generada bajo la epidermis era significativamente mayor, lo que generaba una eyección más potente de líquido. En sus palabras, “la epidermis de la cebolla actúa como una barrera ante la fractura, permitiendo que el mesófilo subyacente sufra una compresión significativa antes de romperse”.
Este hallazgo tiene consecuencias prácticas evidentes: no se trata solo de que el cuchillo corte, sino de cómo interactúa con los tejidos vegetales. El estudio demuestra que las cebollas con piel intacta requieren hasta el doble de fuerza para ser atravesadas que las que ya no tienen esa capa externa. Esto se traduce en una liberación más violenta de gotas y, por tanto, en una mayor probabilidad de lagrimeo.
Fuente: Muy Interesante