Son realmente necesarias la vacaciones? ¿Por qué las necesitamos? Y, sobre todo, ¿cuáles son los beneficios que nos aporta pasar unos días ociosos? La clave está en la reducción del estrés y la generación de dopamina en el cerebro.
Los beneficios de unas buenas vacaciones pueden sentirse incluso antes de que den comienzo. Estudios científicos muestran que el simple hecho de esperar una futura recompensa puede ser incluso más gratificante que esta misma. Lo es gracias a una pequeña molécula llamada dopamina, de la que hablaremos más adelante.
Pero antes de continuar, planteemos unas cuantas preguntas. ¿Son realmente necesarias la vacaciones? ¿Por qué las necesitamos? Y, sobre todo, ¿cuáles son los beneficios que nos aporta pasar unos días ociosos?
Flexibilidad cognitiva y estrés
Aunque parezca asombroso, es escasa la literatura científica que explora los beneficios directos de las vacaciones sobre nuestro cerebro. Lo que sí parece indiscutible es que son imprescindibles. Así lo concluía un estudio de 2016 en el que participaron 46 trabajadores de una empresa holandesa.
A los trabajadores se les pedía someterse a un test en el que se les daba objetos (por ejemplo, un martillo) y se les preguntaba por el mayor número de usos en el menor tiempo posible (herramienta de construcción, arma, o pisapapeles). Lo que observaron es que, tras 2-3 semanas de vacaciones, los trabajadores tenían una mayor flexibilidad cognitiva. O lo que es lo mismo, eran capaces de dar un mayor número de usos a los objetos en comparación con los resultados obtenidos un par de semanas antes de las vacaciones.
La mayoría de estudios coinciden en que, desde un punto de vista biológico, uno de los principales causantes de este incremento en la flexibilidad cognitiva– y de los beneficios de las vacaciones en general– es la reducción de estrés.
De manera general el trabajo genera estrés. Sin embargo, el estrés por sí mismo no tiene por qué ser malo. Cuando es puntual suele ser incluso beneficioso, porque activa mecanismos que nos ayudan a realizar las acciones cotidianas de nuestro trabajo, como cumplir con una fecha límite.
El “otro estrés”, el que tiene connotaciones negativas para todos, es el estrés crónico. Se produce cuando es prolongado en el tiempo, ya sea porque estamos sometidos a presiones constantes o por situaciones que no podemos resolver. Genera fatiga, mayores niveles de ansiedad, irritabilidad e ira. Y sí, definitivamente es malo.
Vacaciones para cargar las pilas
Lo principal que unas buenas vacaciones pueden hacer por nuestra salud mental es, precisamente, reducir los niveles de estrés crónico. Estando ociosos nuestro cerebro será capaz de revertir, al menos de forma temporal, los efectos negativos de estar estresados. Y aquí viene la clave: para que de verdad sean efectivas, es importante conseguir que nuestras vacaciones nos liberen realmente del estrés del trabajo. Es decir, evitar continuar con tareas pendientes, responder correos electrónicos, etcétera.
Por otro lado, es fundamental evitar que las vacaciones generen nuevas situaciones de estrés.
Otra clave es disfrutar de la espera. ¿Por qué estamos ya contentos esperando las vacaciones? Mencionamos unos párrafos atrás la dopamina, que se produce en las neuronas de un par de regiones del cerebro conocidas como Sustancia Negra (por su color oscuro al microscopio) y Área Tegmental Ventral (situadas en el centro de nuestro cerebro, más o menos detrás de las orejas).
Las mejores vacaciones son aquellas en que nos exponemos a novedades.
Ambas regiones, que en humanos contienen entre 400 000 y 600.000 neuronas, envían axones a numerosas zonas del cerebro. Y a través de la liberación de dopamina juegan un papel clave en la sensación placentera que se genera ante novedades y recompensas. Por eso, saber que vienen las vacaciones aumenta los niveles de dopamina en nuestro cerebro y nos aporta esa sensación de placer.
Del mismo modo, las mejores vacaciones son aquellas en que nos exponemos a novedades –como visitar lugares diferentes– y recompensas –como esa mariscada que llevamos esperando todo el año–. Por supuesto, lo que es gratificante es absolutamente subjetivo, y lo que para una persona es algo placentero puede generar estrés a otras.
Disfrutar o no disfrutar
Este sistema que nos genera placer también se ve afectado durante el estrés crónico. Hay estudios que muestran que niveles altos o crónicos de estrés, como a los que estamos sometidos durante todo el año en nuestra jornada laboral, son capaces de causar una reducción de la cantidad de dopamina que se libera o cambios en cómo esta se metaboliza.
Lo peor es que los cambios no ocurren únicamente en la Sustancia Negra o en el Área Tegmental Ventral, sino también en los sitios a donde estas mandan sus axones. Se ha visto que el estrés crónico es capaz incluso de cambiar el número de receptores de dopamina en las áreas que reciben sus proyecciones. Cuando esto ocurre, se suelen desarrollar comportamientos depresivos. Por lo tanto, unas vacaciones que nos liberen del estrés ayudarán a reequilibrar el sistema dopaminérgico.
Se ha comprobado que el estrés crónico es capaz incluso de cambiar el número de receptores de dopamina en ciertas áreas, lo que suele provocar el desarrollo de comportamientos depresivos.
Lo que aún no está del todo claro es si tener vacaciones por un periodo prolongado proporciona mejores efectos que tomarlas de forma escalonada y en períodos más cortos.
* Juan Pérez Fernández es investigador Ramón y Cajal en el CINBIO, área de Biología Celular, departamento de Biología Funcional y Ciencias de la Salud, Universidade de Vigo. Roberto de la Torre Martínez pertenece al departamento de Neurociencia del Karolinska Institutet . Este artículo se publicó originalmente en The Conversation y se publica aquí bajo una licencia de Creative Commons.
Fuente: Nationalgeographic.