Los smartphones se han convertido en una extensión de nosotros mismos. En muchos países las personas ya pasan cerca del 50% de su tiempo despierto interactuando con sus celulares. Sin embargo, detrás de la pantalla brillante y las aplicaciones infinitas, se esconde una historia menos agradable: la contribución significativa de estos dispositivos a la degradación ambiental.
La producción de smartphones comienza con la extracción de materiales preciosos, un proceso que conlleva la degradación del hábitat, la contaminación del agua y otros impactos ambientales significativos. Pero la historia no termina ahí. Un estudio de la Universidad de McMaster revela que la construcción de un nuevo smartphone, especialmente la minería de los materiales raros dentro de ellos, representa entre el 85% y el 95% de las emisiones totales de CO2 del dispositivo para dos años. Esto significa que comprar un nuevo teléfono consume tanta energía como recargar y operar un smartphone durante una década.
Con un ciclo de vida promedio de dos años, los smartphones se han vuelto prácticamente desechables. La rápida obsolescencia de estos dispositivos es alimentada por la constante innovación y la sed de los consumidores por lo último en tecnología. Pero mantener un smartphone durante tres años en lugar de dos puede tener un impacto considerable en la reducción de la huella de carbono individual.
Curiosamente, los smartphones con pantallas más grandes tienen una huella de carbono mensurablemente peor. A pesar de los programas de reciclaje, actualmente menos del 1% de los smartphones se reciclan, según Lotfi Belkhir, autor principal del estudio mencionado. Servidores: El Mayor Contribuyente Más allá de los dispositivos individuales, los servidores y centros de datos representarán el 45% de las emisiones de CO2 de la ICT para 2020. Cada búsqueda en Google, cada actualización en Facebook y cada tweet que publicamos requiere un servidor en algún lugar calculándolo todo. En este ciclo perpetuo de consumo de energía, los smartphones refuerzan nuestra necesidad de estos servidores operativos las 24 horas del día, los 7 días de la semana.
A medida que el internet de las cosas (IoT) gana terreno, más dispositivos están accediendo a la nube para datos, exacerbando el problema. El cambio hacia fuentes de energía renovable para alimentar estos servidores y la infraestructura de soporte es esencial para mitigar el impacto ambiental.
Como consumidores, enfrentamos una disyuntiva: la conveniencia y la conectividad frente a la sostenibilidad ambiental. La línea de fondo es clara; necesitamos comprar menos y comprometernos menos con la tecnología para garantizar la salud de nuestro planeta. Antes de apresurarnos a obtener el último modelo de smartphone, vale la pena considerar las implicaciones más amplias de esa compra y optar por alternativas más sostenibles, como mantener nuestros dispositivos actuales por más tiempo o explorar opciones de reciclaje y reutilización efectivas.
Una manera sencilla para contribuir es simplemente no comprar aparatos nuevos, sino que reciclar comprando usados. Hay una gran cantidad de teléfonos perfectamente útiles que puedes adquirir y así ahorrar dinero y no dañar al planeta. En este enlace puedes comprar teléfonos usados.
Fuente: Pijamasurf
Si sabía que es contaminante del ambiente pero no tan explicado como en este artículo. Puedo decir que yo no cambio mi celular constantemente el mio tiene 5 años y cuando lo adquirí ya era usado pero casi nuevo. Me ha salido tan bueno que no tengo la necesidad de cambiarlo, yo no requiero de tanta tecnología en la mano, con que prenda y tenga lo necesario me es suficiente.